jueves, 8 de abril de 2010
sábado, 22 de agosto de 2009
Matrimoniadas
Un tipo va a un chiringuito de la playa y vuelve con dos helados, uno de fresa y uno de chocolate. A él le da igual un sabor que otro, pero sabe que a su mujer no le hace mucha gracia la fresa, así que al llegar a las toallas le da a su mujer el helado de chocolate. Los dos se besan, se comen el helado, se quieren y son felices.
Un par de horas más tarde ella se va también al chiringuito y vuelve con dos bebidas, una Mirinda y un Bitter Kas. A ella le da igual una que otro, pero sabe que su marido no soporta el bitter, así que al llegar a las toallas le ofrece a su marido el Bitter Kas, para ver qué dice, y si pone algún problema ya veremos, porque si él la quiere de verdad se sacrificará y se tomará el dichoso bitter sin rechistar. Por eso ella se sorprende, y se lo toma muy a mal, cuando él protesta y le dice que joder, ni que lo hicieras aposta, y hasta ahora me he callado, pero es que es el cuarto bitter que me traes esta semana, mujer -estamos a miércoles-. A pesar de todo él acaba cogiendo la botella y, aunque enfurruñado, bebe. No obstante, el daño ya está hecho: ella se sienta en su toalla entristecida, pensando que él no la ama lo bastante.
MORALEJA: mujeres del mundo, no pongáis a prueba a vuestros maridos continua y estérilmente. Y no cometáis el error de confundir el amor -incluso el GRAN amor- con el sufrimento, el sacrificio o hasta el pequeño emputecimiento cotidiano. Tenedlo siempre presente -oh maravillas y contradicciones de la condición humana-: alguien que gustosamente mataría o se dejaría matar por vosotras puede, sin embargo, no estar dispuesto a beber Bitter Kas cada día.
Un par de horas más tarde ella se va también al chiringuito y vuelve con dos bebidas, una Mirinda y un Bitter Kas. A ella le da igual una que otro, pero sabe que su marido no soporta el bitter, así que al llegar a las toallas le ofrece a su marido el Bitter Kas, para ver qué dice, y si pone algún problema ya veremos, porque si él la quiere de verdad se sacrificará y se tomará el dichoso bitter sin rechistar. Por eso ella se sorprende, y se lo toma muy a mal, cuando él protesta y le dice que joder, ni que lo hicieras aposta, y hasta ahora me he callado, pero es que es el cuarto bitter que me traes esta semana, mujer -estamos a miércoles-. A pesar de todo él acaba cogiendo la botella y, aunque enfurruñado, bebe. No obstante, el daño ya está hecho: ella se sienta en su toalla entristecida, pensando que él no la ama lo bastante.
MORALEJA: mujeres del mundo, no pongáis a prueba a vuestros maridos continua y estérilmente. Y no cometáis el error de confundir el amor -incluso el GRAN amor- con el sufrimento, el sacrificio o hasta el pequeño emputecimiento cotidiano. Tenedlo siempre presente -oh maravillas y contradicciones de la condición humana-: alguien que gustosamente mataría o se dejaría matar por vosotras puede, sin embargo, no estar dispuesto a beber Bitter Kas cada día.
jueves, 16 de julio de 2009
Lectura recomendada: "Rompepistas" (Kiko Amat)
Hallábame yo una vez, en una tienda de chorradas en Dublín, olfateando por curiosidad un montón de velas de distintos aromas cuando vi una que me llamó la atención: "Verano", decía la etiqueta. ¿Verano?¿Una vela que huele a verano? Con el natural escepticismo, arrimé la trompa al artefacto de marras y… maldita sea, aquello olía a verano. Y no a un verano cualquiera, no: concretamente, a mis veranos de infancia en las costas de Levante. Ingredientes, entre otros: arena de playa recalentada al sol, bronceador barato, mar y brea, Vespinos quemando gasolina en el paseo marítimo. A todo eso olía la dichosa vela y, claro, menudo trip, damas y caballeros: hace un segundo estábamos en Dublín en el año 2000 y de golpe, shazam, estamos en Cullera en el verano de 1986. Ríanse ustedes de las drogas psicodélicas.
Y ahora es cuando dirán ustedes que qué tendrá que ver lo de más arriba con "Rompepistas" (Anagrama, 2009), el nuevo y (se lo adelanto ya) magnífico libro de Kiko Amat; e incluso me reprocharán el intentar tratar sobre una obra ajena hablando de mí mismo en primer lugar. Paciencia, que yo se lo explico. Todo esto viene a cuento por dos cosas:
Primero, que como sabe cualquiera a poco que le haya leído, el señor Amat es también muy dado a hablar de sí mismo en todos sus textos. Escriba lo que escriba, Kiko -le vamos a tutear, mira- siempre está allí, presente. Pero, albricias, aquí el escritor no se impone a sus personajes, que hablan, se mueven y respiran solitos; viven, joder, delante de nuestras narices y como por arte de magia. O dicho de otro modo: que parte de la vida de Kiko está en estas páginas, me juego una Mahou contra dos Xibecas a que no merece la pena ni discutirlo. Y sin embargo, cuando he leído "Rompepistas" no he oído a Kiko Amat, sino a Rompepistas, y a Carnaval, y a Clareana, y al Chopped... No se vayan a creer, por tanto, que esto es casualidad ni mucho menos, de hecho es causa-efecto en estado puro: esta ficción está tan viva porque mama de la vida misma.
Segundo, porque exactamente ese es el efecto máquina-del-tiempo que ha tenido en mí "Rompepistas" durante todo el tiempo que he invertido en su lectura (tiempo, por otra parte, asombrosamente corto porque esto, oh lector, es material altamente adictivo): me ha devuelto a mis propios diecisiete años, a mis amigos y novieta de entonces, a mi rabia contra todo lo que se movía, a mis propias ansias de escapar… Vaya, que no sé si se dan cuenta, pero es que me lo he tomado todo por el lado personal. Y es que no puedo ser objetivo, porque este libro trata sobre mí. Bueno, y sobre todo aquél que haya tenido diecisiete años y experimentado a la vez un ansia grande de pertenecer a algo y una dolorosa conciencia de no encajar. Y si además en aquélla época de sus vidas escuchaban a The Clash, Sex Pistols, etcétera, entonces ya apaga y vámonos. Este es su libro.
Ah, que ustedes no… Pues, ¿qué coño de pubertad han tenido? Vale, visto que son ustedes un público difícil, vamos a tirar de argumentario: me encanta este libro porque está escrito con gracia+salero, con ritmo implacable y coña marinera, con voces de verdad, con olores, colores y texturas reales. Porque la prosa de Kiko es imperfecta pero se disfruta con tropezones incluidos, igualito que una canción punk-rock. Qué coño: se disfruta más así, con grumitos (el punk-rock y el Cola-Cao son así, qué quieren). Porque esto es como "El guardián entre el centeno" pero en Sant Boi, o como S.E. Hinton pero en más cercano y –ojito- mejor. (No me escuchen si no quieren, que yo así, con el calentón, puedo llegar a decir muchas tonterías.) Y porque si yo tuviera un tantito así de mano en el Ministerio correspondiente, este libro sería de lectura obligatoria para todos los estudiantes en sus años de acné-y-calimocho. ¿Que por qué? Pues por la misma razón por la que, y este ya es mi argumento definitivo, el día que mi propio vástago llegue a esa edad fatídica, le daré este libro diciéndole: "Mira, hijo, si quieres comprender mejor, lee esto." Y claro, no me hará ni puto caso. Como está mandado.
(Reseña originalmente publicada en el n° 5 de la revista "Plástica", www.revistaplastica.es)
Y ahora es cuando dirán ustedes que qué tendrá que ver lo de más arriba con "Rompepistas" (Anagrama, 2009), el nuevo y (se lo adelanto ya) magnífico libro de Kiko Amat; e incluso me reprocharán el intentar tratar sobre una obra ajena hablando de mí mismo en primer lugar. Paciencia, que yo se lo explico. Todo esto viene a cuento por dos cosas:
Primero, que como sabe cualquiera a poco que le haya leído, el señor Amat es también muy dado a hablar de sí mismo en todos sus textos. Escriba lo que escriba, Kiko -le vamos a tutear, mira- siempre está allí, presente. Pero, albricias, aquí el escritor no se impone a sus personajes, que hablan, se mueven y respiran solitos; viven, joder, delante de nuestras narices y como por arte de magia. O dicho de otro modo: que parte de la vida de Kiko está en estas páginas, me juego una Mahou contra dos Xibecas a que no merece la pena ni discutirlo. Y sin embargo, cuando he leído "Rompepistas" no he oído a Kiko Amat, sino a Rompepistas, y a Carnaval, y a Clareana, y al Chopped... No se vayan a creer, por tanto, que esto es casualidad ni mucho menos, de hecho es causa-efecto en estado puro: esta ficción está tan viva porque mama de la vida misma.
Segundo, porque exactamente ese es el efecto máquina-del-tiempo que ha tenido en mí "Rompepistas" durante todo el tiempo que he invertido en su lectura (tiempo, por otra parte, asombrosamente corto porque esto, oh lector, es material altamente adictivo): me ha devuelto a mis propios diecisiete años, a mis amigos y novieta de entonces, a mi rabia contra todo lo que se movía, a mis propias ansias de escapar… Vaya, que no sé si se dan cuenta, pero es que me lo he tomado todo por el lado personal. Y es que no puedo ser objetivo, porque este libro trata sobre mí. Bueno, y sobre todo aquél que haya tenido diecisiete años y experimentado a la vez un ansia grande de pertenecer a algo y una dolorosa conciencia de no encajar. Y si además en aquélla época de sus vidas escuchaban a The Clash, Sex Pistols, etcétera, entonces ya apaga y vámonos. Este es su libro.
Ah, que ustedes no… Pues, ¿qué coño de pubertad han tenido? Vale, visto que son ustedes un público difícil, vamos a tirar de argumentario: me encanta este libro porque está escrito con gracia+salero, con ritmo implacable y coña marinera, con voces de verdad, con olores, colores y texturas reales. Porque la prosa de Kiko es imperfecta pero se disfruta con tropezones incluidos, igualito que una canción punk-rock. Qué coño: se disfruta más así, con grumitos (el punk-rock y el Cola-Cao son así, qué quieren). Porque esto es como "El guardián entre el centeno" pero en Sant Boi, o como S.E. Hinton pero en más cercano y –ojito- mejor. (No me escuchen si no quieren, que yo así, con el calentón, puedo llegar a decir muchas tonterías.) Y porque si yo tuviera un tantito así de mano en el Ministerio correspondiente, este libro sería de lectura obligatoria para todos los estudiantes en sus años de acné-y-calimocho. ¿Que por qué? Pues por la misma razón por la que, y este ya es mi argumento definitivo, el día que mi propio vástago llegue a esa edad fatídica, le daré este libro diciéndole: "Mira, hijo, si quieres comprender mejor, lee esto." Y claro, no me hará ni puto caso. Como está mandado.
(Reseña originalmente publicada en el n° 5 de la revista "Plástica", www.revistaplastica.es)
domingo, 1 de febrero de 2009
Cosas que me gustaría escuchar (1)
1. Una versión de "No More I Love You´s" (Annie Lennox) interpretada por The Shins.
2. Una versión de "Little 15" (Depeche Mode) interpretada por Tindersticks.
3. Una versión de "Papa Was A Rodeo" (The Magnetic Fields) interpretada por R.E.M. y con coros de Kristin Hersh (hombre, ya puestos a pedir...).
4. Una versión de "Busby Berkeley Dreams" (The Magnetic Fields) interpretada por Rufus Wainwright. No, espera, mejor por Elvis Costello. No, espera, por, mmm... Sí, por Rufus Wainwright.
(AVISO A NAVEGANTES ENTERADILLOS: Ya, ya sé que "No More I Love You´s" NO es de Annie Lennox, sino que ella también hizo una versión. TODOS lo sabemos, de hecho, así que no se hagan los listos, que está muy feo.)
2. Una versión de "Little 15" (Depeche Mode) interpretada por Tindersticks.
3. Una versión de "Papa Was A Rodeo" (The Magnetic Fields) interpretada por R.E.M. y con coros de Kristin Hersh (hombre, ya puestos a pedir...).
4. Una versión de "Busby Berkeley Dreams" (The Magnetic Fields) interpretada por Rufus Wainwright. No, espera, mejor por Elvis Costello. No, espera, por, mmm... Sí, por Rufus Wainwright.
(AVISO A NAVEGANTES ENTERADILLOS: Ya, ya sé que "No More I Love You´s" NO es de Annie Lennox, sino que ella también hizo una versión. TODOS lo sabemos, de hecho, así que no se hagan los listos, que está muy feo.)
lunes, 15 de diciembre de 2008
Te jodes
"Así fue cómo los persas conquistaron Sardes y cogieron vivo a Creso [el rey de los lidios] (...) Los persas, pues, le cogieron y lo condujeron delante de Ciro [el rey de los persas] (...) Ciro mandó desatarle, le acomodó a su vera y le trataba con admirada consideración. (...) Sin embargo, Creso permanecía inmóvil y absorto. Al cabo se volvió, y al ver a los persas que saqueaban la ciudad de los lidios, le habló así: `Rey, ¿quizás debo decirte lo que me viene a la mente, o de momento debo callarlo?´ Ciro le animó y le hizo declarar lo que él quería. Creso, pues, habló y dijo: `Esta gran muchedumbre, ¿qué es lo que hace con tanto interés?´ Respondióle Ciro: `Saquean tu ciudad y se llevan tus tesoros.´ Y Creso comentó: `No saquean mi ciudad ni mis tesoros, puesto que ya no me pertenece nada de ello; lo que cogen y se llevan te pertenece a tí.´"
Heródoto, Historia
Heródoto, Historia
sábado, 25 de octubre de 2008
La guerra al estilo de Gila
"- ¡Vaya soldado! ¡Tiene miedo de que disparen contra él! Esto es precisamente lo que todo soldado debe desear, que disparen contra él; cuanto más a menudo lo haga el enemigo tanto más disminuyen sus municiones. Eso debe saberlo todo soldado. Con cada disparo que te lanza un enemigo disminuye su fuerza combativa. Él se alegra de poder disparar contra tí porque así al menos no ha de ir cargado con los cartuchos y puede correr con mayor facilidad."
Jaroslav Hasek, Las aventuras del valeroso soldado Schwejk
Jaroslav Hasek, Las aventuras del valeroso soldado Schwejk
miércoles, 1 de octubre de 2008
Manicomio (o "Todas las comparaciones son odiosas, pero algunas son más divertidas que otras")
"...cuando Schwejk describió su vida en el manicomio lo hizo con increíbles alabanzas:
-La verdad es que no sé por qué los locos se enfadan cuando los encierran. Allí uno puede arrastrarse desnudo sobre la hierba, aullar como un chacal, bramar y morder. Si uno quisiera hacer eso en cualquier otra parte la gente se extrañaría, pero allí es algo natural. Allí hay una libertad como ni siquiera los socialistas han podido soñar. (...) Todos podían decir lo que querían y lo que se les ocurría, como si estuvieran en el parlamento."
Jaroslav Hasek, Las aventuras del valeroso soldado Schwejk
-La verdad es que no sé por qué los locos se enfadan cuando los encierran. Allí uno puede arrastrarse desnudo sobre la hierba, aullar como un chacal, bramar y morder. Si uno quisiera hacer eso en cualquier otra parte la gente se extrañaría, pero allí es algo natural. Allí hay una libertad como ni siquiera los socialistas han podido soñar. (...) Todos podían decir lo que querían y lo que se les ocurría, como si estuvieran en el parlamento."
Jaroslav Hasek, Las aventuras del valeroso soldado Schwejk
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