lunes, 27 de agosto de 2007

Lectura del día: "Matadero 5" ("Slaughterhouse 5", Kurt Vonnegut)

Como siempre, empezamos con la intención de enrollarnos poco -y como siempre que lo hacemos, nos encomendamos al Señor y a ver lo que acaba saliendo-, y ello porque por mucho que quisiéramos extendernos, no nos cabrían en ningún post tantos superlativos como merece el excelso libro que hoy les recomendamos. Antes de nada, y pues que dicen que de bien nacidos es ser agradecidos, comenzamos -pues eso- con un agradecimiento, en este caso a nuestros bienamados hermanos Amat -Uri y Kiko-, y es que si no hubiera sido por toda la turra que han llegado a dar con "el abuelo Vonnegut" a través de su muy estimable Escuela Moderna (www.laescuelamoderna.blogspot.com), es bastante posible que nunca nos hubiésemos acercado a la obra -a ninguna- de este maestro de la literatura contemporánea. Gracias mil, y mil gracias más de propina. Y es que hay que ver cómo somos a veces las personas, señoras y señores: desde siempre me habían recomendado tanto, pero tanto al amigo Kurt Vonnegut que, la verdad, me daba mucha pereza leerle. Se ve que lo que hacía falta era ni más ni menos que esto: que me lo recomendasen, sí, pero alguien cuyo criterio respetase (quizá sería una exageración decir "en cuyo criterio confiase": ¿ustedes se fían completamente de alguien cuando se trata de libros, discos o pelis?).

Total, lo que decíamos: les vamos a recomendar este libro por tres razones. Igual podrían ser dos, diecisiete o ciento setenta y seis, pero el tres es un número redondo, elegante y airoso -¿ven? tres adjetivos- para situaciones como ésta. Va, venga, tres razones. A saber:

1) Porque las expectativas previas que tenía depositadas en él no se han visto defraudadas en absoluto, sino todo lo contrario, ampliamente superadas, con lo difícil que es eso cuando hablamos de obras de referencia. ¿No les ha pasado nunca? Por ejemplo, escuchar por primera vez discos "míticos" como el "Psychocandy" de The Jesus & Mary Chain o el "Candy Apple Grey" de Hüsker Dü y pensar: "pues no era para tanto, hombre". Y por el lado completamente contrario, ver películas como "El apartamento" o "Alien, el octavo pasajero": por mucho que te hayan hablado de lo muy buenas que son, cuando las ves por primera ocasión te golpean con fuerza.

2) Porque aquéllos de ustedes que sean lectores acérrimos como un servidor sabrán lo difícil que es encontrar uno de esos libros cuya lectura no puedes ni quieres dejar a no ser que sea estrictamente necesario. Uno de esos que en inglés llaman "un-put-down-ables". Uno de esos que cuando lo vas leyendo en el metro piensas: "mierda, mi parada. Yo quería seguir leyendo". Uno de esos que... Bueno, vale, ya se han hecho una idea, espero.

3) Porque nos anima a seguir leyendo más libros de don Kurt en cuanto tengamos ocasión, porque nos ha parecido, en la acepción más simple de la palabra, genial, es decir, obra de un gran genio literario. ¿Que cómo podemos tener el atrevimiento de hacer semejantes juicios cuando sólo hemos leído UN libro del señor Vonnegut, se preguntarán ustedes? Pues es sencillo: es cierto, solo hemos leído ESTE libro, pero es que estas ciento cincuenta y siete páginas (en la edición de la casa Vintage) contienen más ideas brillantes que las bibliografías enteras de muchos autores más reconocidos y famosos, y me niego a dar ningún nombre.

No hay más por hoy, damas y caballeros. Léanlo. Me lo agradecerán a mí y se lo agradecerán ustedes mismos.

jueves, 23 de agosto de 2007

El cumpleaños de Bonnie

Muchas felicidades, amor mío. Y que -oh vanidad femenina- no te preocupe el paso del tiempo: déjame que sea yo el que se encargue de contarlo, y te diga que hoy estás mucho más guapa que el año pasado por estas fechas. Y por supuesto, que hoy me gustas incomparablemente más que cuando te besé por primera vez hace unos dos mil trescientos días. O que cuando te vi por primera vez entrando por la puerta de la cafetería y se me cayó la mandíbula hasta golpear con la mesa -clonc-, lo cual si mal no recuerdo sucedió unas mil cuatrocientas horas antes de ese primer beso. Y que lo que es seguro del todo es que hoy, sin discusión posible, te quiero más incluso que la primera vez que te dije que te quería, hace unos -redondeando- tres millones ciento noventa y siete mil minutos.

Que cumplas muchos más, mi amor, y que sea conmigo a tu lado siempre.

miércoles, 22 de agosto de 2007

In deep trouble

Hola amigos, qué tal. Pues ya ven, retomando esta cosa después de unos cuantos días de ausencia lamentablemente no debidos a vacaciones veraniegas sino más bien a todo lo contrario, pero tampoco es cuestión de que les cuente ahora mi vida y penas. Hoy vamos a desperezar el músculo con una breve, muy breve, reflexión: ¿se han dado cuenta de la cantidad de veces al día que oyen ustedes las palabras "solución" y "soluciones"? Los reclamos publicitarios nos tientan con cantos de sirena que prometen "soluciones inmediatas"; la gente reclama en distintos foros (servicios de atención al cliente, comercios, bancos, administraciones públicas, plazas de toros) que se les ofrezcan "soluciones, pero ya", y así hasta el infinito. Seguro que se han dado cuenta. Es más, posiblemente sean ustedes de esos a los que el eslogan de marras haya tentado en alguna ocasión. Y sin embargo, ¿se han parado a pensar en lo que esto significa? Pues piénsenlo por un minuto y es probable que sientan miedo...

...Porque lo que esto quiere decir es ni más ni menos que lo siguiente: si buscas continuamente "soluciones" es porque consideras que tu vida está llena de problemas. Ahí es nada. Y lo que es más: si buscas soluciones "inmediatas", es que consideras que esos problemas tuyos son tan graves, tan importantes, que no admiten espera: han de arreglarse ya. Ahora.

Insisto: da miedo pensar que vivimos tan agobiados, tan al puto límite de nuestras posibilidades -mentales, emocionales, vitales-, tan ahogados en vasos de agua, continuamente haciendo no montañas, sino cordilleras enteras, de granos de arena. Párense a pensarlo, señoras y señores: párense a pensar cuántas de esas cosas que tanto nos sofocan en nuestra cotidianeidad son realmente tan importantes, y a lo mejor se llevan ustedes una alegría al darse cuenta de lo idiotas que son, que somos. Y acostúmbrense a hacer este ejercicio de cuando en cuando -un poco de gimnasia mental, hop, hop- para poder mirar las cosas con un poco de distancia: cada vez les importarán menos más cosas. Se lo aseguro.

viernes, 3 de agosto de 2007

Disco del día: "Radio-Activity" (Kraftwerk)

Hay que ver qué paradojas: hoy, hoy precisamente que sí que lo traíamos gordísimo no podemos extendernos en demasía, porque sería abundar en lo ya archiconocido y tampoco se trata de aburrirnos –ni yo solo, ni yo a ustedes-. De modo que vamos a tratar de ceñirnos lo más posible a nuestro disco de hoy, porque nada de lo que podamos decir puede añadir ni un solo gramo más de peso a la leyenda de Kraftwerk.

Estamos en 1975 y, a golpe de genio, cuatro señores alemanes –herren Ralf Hutter, Florian Schneider y los eternamente segundones Karl Bartos y Wolfgang Flur- se están inventando, ellos solos, la música electrónica de los próximos treinta años. Y no crean que es un empeño chiquito: repetimos, estamos en 1975, y por tanto no hay samplers, PCs, Macs, MIDI ni cosa que se le parezca, y los sintetizadores se encuentran aún en su estado más primitivo –el puramente analógico-, de modo que cada vez que los mencionados cuatro señores quieren parir alguno de los extraños sonidos que bullen en sus cabezas, no tienen más remedio que retorcer las ondas sonoras hasta lo indecible con la tecnología de la que disponen, o bien, directamente, inventarse algún aparato que sea capaz de producir esos sonidos. No sé si se dan cuenta de la enormidad de lo que digo, pero imagínense que a un solo guitarrista le hubiera dado por inventarse todos los puñeteros pedales de efectos –wah-wah, fuzz- del mundo. Pues más o menos lo mismo. No estamos, por tanto, hablando de una labor fácil, y menos en el caso de una banda que no sabe dar un solo paso sin haberlo pensado mil veces, porque no se trata sólo de canciones, ni siquiera sólo de música en abstracto. Kraftwerk tienen una visión: el hombre-máquina. Hombres que hacen música como si fueran robots, con una mínima actividad física y despojándola de todo lo superfluamente emocional; robots que tienen emociones y saben computar música de una belleza devastadora, pero sin impulso animal.

Kraftwerk no han sido aún capaces de plasmar completamente esa visión, aunque falta poco ya -“The Man-Machine” es de 1978, si bien el gran salto cualitativo lo darán en 1977 con “Trans-Europe Express”-. Y precisamente eso es lo más interesante de este “Radio-Activity”: Kraftwerk ya están en posesión de todos los elementos que les hacen grandes, pero aún no saben conjugarlos del todo. Aún no han terminado de perfeccionar su estilo propio. Aún les pesa la influencia del rock sinfónico, de donde vienen aunque no les guste reconocerlo –alguna de estas doce canciones desprende un cierto tufillo a Vangelis-. Aún no son completamente Kraftwerk, y es en esta cierta indefinición donde mejor se puede apreciar la enorme influencia que tendrán posteriormente -por poner sólo dos ejemplos de grupos que nada tienen que ver entre sí y que saltan inmediatamente a la memoria al oír este álbum- en bandas como OMD o The Chemical Brothers. Dicho de otro modo: precisamente porque, aquí, Kraftwerk aún no suenan del todo a Kraftwerk, éste es, de sus discos, en el que mejor se puede apreciar lo mucho que todos los demás suenan a Kraftwerk.

Por lo demás, como decimos, todo está aquí: los sonidos que no existen en la naturaleza y que sólo una máquina ha podido soñar, las melodías bellísimas -confesión personal para que se hagan una idea: la primera vez que oí la canción “Europe Endless” (de “Trans-Europe Express”), yendo por la calle con mi discman, no pude contenerme y rompí a llorar como un nene en plena vía pública- y el gusto por lo conceptual, mezclado con el placer de lo equívoco (en un disco llamado “Radio-Activity” las piezas se titulan “Geiger Counter”, “Radioactivity” o “Uranium”, pero también “News”, “Antenna” o “Transistor”), lo cual nos trae de cabeza a uno de los aspectos que más nos gustan de esta banda: su enorme sentido del humor. Sólo a ellos se les podía ocurrir esta letra para un tema,

Radioactivity
Is in the air for you and me
Radioactivity
Discovered by Madame Curie


o titular a la pieza que cierra el disco “Ohm Sweet Ohm”. Y por último: sí, hablo de “piezas”, y no de “canciones”, y no por pretenciosidad, sino porque en este disco los señores de Kraftwerk también hacen gala de una cierta patilla. Cuando uno ve que el disco consta de doce cortes no puede por menos de asombrarse: en el universo particular de Kraftwerk doce temas son lo que se podría decir un esfuerzo ciclópeo. Pero, claro, hace falta algo más que un poco de manga ancha para definir “Intermission”, “News”, “The Voice Of Energy” o “Uranium” como canciones en el sentido más tradicional del término.

¿Lo ven? Al final me he enrollado más de lo previsto. En fin: fin.

Sé lo que estás pensando

Sé lo que estás pensando. Por ejemplo: interior día, una habitación de techos altos, altos ventanales y a través de ellos un día gris. En el centro una mesa, y sentado a ella escribes: “Sé lo que estás pensando.” Por ejemplo: que deberías cortarte el pelo antes de volver a casa, y el barbero en la barbería –interior tarde- te mira a través del espejo confiando en que tienes los ojos cerrados, y sosteniendo tu cabeza entre las puntas de sus dedos imaginará que sabe lo que estás pensando. Por ejemplo: que estás muy cansado y a veces haces cosas raras sin saber por qué, y que en ciertas ocasiones tu único alivio es que, a Dios gracias, nadie sabe lo que estás pensando. No, no, eso es lo que él está pensando, y que no me dan propina, adiós, hasta luego buenas tardes, hay que ver. En la calle –exterior tarde- piensa que le miran, y es cierto: aquélla chica de dos portales más allá le ha echado, tímida y ciudadana, el más breve de los vistazos, y se dice que no es guapo pero sí interesante, y en qué estará pensando, pero no es eso lo que de verdad ha pensado por el más breve de los momentos, sólo un momentito, y ay si su novio supiera lo que a veces le pasa por la cabeza, y por si acaso se vuelve y le besa. Y su novio se dice: “Sé lo que estás pensando”. Por ejemplo, que me quieres aunque a veces te ponga nerviosa sin saber por qué y me chilles, y aunque a veces me compares –lo sé- con otros tipos que te parecen ideales sin conocerlos realmente y claro, eso es injusto y contra eso no se puede competir, y mira, dónde irá ése con ese pelo tan de peluquería. Pues a casa, dónde va a ir, y allí se sienta a una mesa –interior noche- en el centro de una habitación de techos altos, altos ventanales, y parece que va a llover, y enfrente de él un papel casi en blanco en el que sólo dice: “Sé lo que estás pensando.”