viernes, 25 de abril de 2008

It´s all just a little bit of history repeating...

Me ha vuelto a pasar. Sí, otra vez. Ya les dije que no era nada nuevo para mí, que ya me había sucedido en más de una ocasión, pero es que desde que estoy aquí, el incidente se repite con más frecuencia que nunca, y con más virulencia: me han vuelto a confundir con Moby, señoras y caballeros. Pinten la escena: ayer, jueves 24 de Abril de 2008, vuelvo a mi casa dando un paseo, y mientras atravieso el Bourg de Four (la plaza más bonita de toda Ginebra), una chica inglesa sentada en una terracita me hace desesperados aspavientos con los brazos mientras me chilla: "Hello! Hiii! I LOVE your music!". Claro, a mí me entra la risa y le digo: "It´s not the first time they tell me, you know". En cuyo momento, para gran cachondeo de sus amigos, la chavala se empieza a dar cuenta de que (quizá) ha metido la pata y, algo incrédula aún, me suelta: "Wait a minute... It´s not you, is it?". Y claro, cómo le voy a explicar, si es que es muy complicado, que sí, que soy yo, que claro que soy yo, sólo que resulta que yo no soy quien ella había creído... Vamos, un lío, celebrado con grandes risotadas, ya les digo, por los compadres de la muchacha.

Lo que más me preocupa de todo esto es que yo tengo 33 años y Moby, 42. Y si me confunden con tanta frecuencia... una de dos, o él está estupendo para su edad, o yo estoy hecho una mierda, y francamente prefiero pensar lo primero.

¡Y siguen sin invitarme a cerveza a costa del equívoco, maldita sea mi estampa!

domingo, 20 de abril de 2008

Admiración: Drew Struzan

Desde siempre he sido ultra-fan de un cierto tipo de cartelería cinematográfica norteamericana de los años 80: esa anterior al Photoshop, y ajena incluso a la fotografía, en la que los artistas, a golpe de acuarela y/o aerógrafo, conseguían resultados hiperrealistas en los que, sin embargo, se mejoraba el aspecto de la propia realidad. Así, los rostros de los actores que aparecían en aquéllas películas se nos aparecían no como los de seres humanos normales y corrientes, sino como los de auténticos héroes que lograban hacernos soñar por una hora y media que sus peripecias eran posibles en otro mundo tan real como este mismo, pero mucho mejor. Eran carteles que despertaban en uno el deseo irrefrenable de ver la película que promocionaban, porque prometían aventuras que uno no podía ni imaginar, efectos especiales nunca vistos, universos fantásticos, escalofríos que recorrían el cuerpo, emociones sin fin, thrills & chills. Eran carteles que te hacían soñar con la película e imaginar cómo iba a ser incluso mucho antes de verla. Eran carteles que por sí mismos contaban una historia. Y encima, lo mejor de todo es que cuando uno POR FIN veía la peli, luego resultaba que aquéllos carteles habían sido completamente fieles al espíritu del filme (aunque en ocasiones resultaba que el cartel era mucho mejor que la peli en sí). Sí, hombre, ya saben a qué tipo de carteles me refiero: piensen en los afiches clásicos de “Regreso al futuro” o “Blade Runner”, o en los de las sagas de “Star Wars” e “Indiana Jones”. Uno se quita el sombrero ante aquéllos artistas que creaban tamañas obras de arte en formato A1 para alucine del gran público.

Bueno, pues como tuvo que oír Pedro Navaja en el momento de su agonía, la vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida: resulta que el otro día me he enterado por pura casualidad de que todos aquéllos carteles, cuya autoría yo atribuía a una cierta “escuela” de artistas o diseñadores gráficos que vendían su talento a los estudios de Hollywood, salieron, TODOS ellos, de una sola mano: la de un señor llamado Drew Struzan, que de inmediato adquiere a nuestros ojos la talla de un coloso. Si quieren refrescarse la memoria, aquí podrán encontrar unos cuantos (pocos, ay) de sus trabajos:

www.drewstruzan.com/portfolio/

Y después de haberlos contemplado y haber vuelto a sus infancias durante un rato, únanse conmigo en un hermoso acto de agradecimiento colectivo al señor Struzan por las horas de solaz que su arte nos ha procurado en nuestras vidas y repitan: te queremos, Drew. Eres muy grande.

lunes, 7 de abril de 2008

Estoy enamorado de Bill Murray

Hoy, queridísimos lectores de mis entretelas, he de hacerles una confesión de las gordas, y no, no se trata de algo simplemente vergonzantillo del tipo "me como los mocos" (¿quién no lo ha hecho alguna vez?, están saladitos), "me gusta tirarme pedos en la cama y a continuación meter la cabeza debajo de las sábanas para fumármelos bien fumados" (vengaaa... que seguro que ustedes también lo han hecho), "disfruto torturando gatitos" (erm, vaya, nos ha salido rarito el chaval, pero en fin) o "una vez, como no tenían en mi kiosko El País ni ningún otro periódico, me compré La Razón" (¿¡qué!? ¿¡Cómo!? ¡Degenerado! ¿A quién habrá salido este niño?). No, nada de eso, lectores míos, es mucho más gordo. Hoy, y en exclusiva para todos ustedes, voy a salir del armario. Sí, sí, como lo oyen. Porque prefiero que lo sepan por mí antes de que se lo cuenten por ahí.

Estoy enamorado de un hombre. Que sí, de verdad. De un hombre. Y de un hombre mucho mayor que yo, para más escándalo. Encima, él es extranjero. Mira que hay hombres en el mundo, ¿eh? Pues yo me tuve que enamorar de un yanqui. Y claro, drama tocan: ¿ustedes creen que así se puede? ¿Él allí, al otro lado del Atlántico, y yo aquí? Bueno, da igual, incluso aunque viviéramos puerta con puerta, no creo que él se apercibiera de mi existencia, siendo como es una gran estrella de cine y yo un simple... un simple... vamos, que a veces en mi casa se han olvidado de mi cumpleaños, para que se hagan una idea de mi insignificancia. Y a alguien como yo se le ocurre encapricharse de todo un coloso del séptimo arte, pero es que es tan guapo... tan majo... tan talentoso... ¡Bill! ¿Me oyes? ¡Bill! ¡Te amo!

(Sí, se llama Bill. Bill Murray. Y hombre, no se hagan ahora los sorprendidos, en plan "¡Oh!", que ya se lo tenía dicho desde el título. Qué afición, por Dios santo. Ni las cabeceras me leen.)

La cosa es que ya le conocía desde hace muuucho, cuando yo era muy pequeño y él hacía papelillos de caradura-simpaticote en chorradas tan intrascendentes (y por otro lado tan míticas) como "El pelotón chiflado" o "Los Cazafantasmas". Y por entonces me caía bien, pero sin más. Luego le perdí la pista durante bastantes años, hasta "Atrapado en el tiempo", y ya entonces pensé que, vaya, qué bien le iba sentando a este hombre la madurez. Pero ya les digo, sin más. Pero es que hace relativamente poco que le ha dado por rodearse de buenas compañías como las de Wes Anderson, Sofia Coppola o Jim Jarmusch y oigan, que desde entonces lo mío es un no descansar. Pero si hasta me pareció el colmo de la elegancia cuando aparecía en "Flores rotas" en chándal y con zapatos, lo mío es ya grave.

Algún lector despistado en este momento dirá aquéllo de "pero hombre, no conviene que se confunda usted. Vale que sus sentimientos sean fuertes, pero eso es una simple admiración sin más y...". ¡No! ¡Cállese! ¡Cállese, he dicho! Esto es AMOR, y del más puro y bueno. Si no, ¿cómo se explican ustedes que, cada vez que en "Lost In Translation" aparecieran juntos en pantalla Scarlett Johansson (ñam ñam) y Bill, mi Bill, yo sólo tuviera ojos para él? Mis lectores masculinos me comprenden: esto es una prueba concluyente. No se apartan los ojos de semejante jamonez -¡Scarlett! ¡So tersa!- así como así.

Lo dicho: es definitivo. Estoy enamorado de Bill Murray. ¡Que hasta el viento lo sepa!

...Y todo esto viene porque el otro día vimos "The Darjeeling Limited" y me llevé la agradabilísima sorpresa de que la peli se abre con un mini-papelito del Sr. Murray que no debe llegar a durar ni dos minutos y que, créanme, vale no sólo por todo un largometraje, sino por varias carteleras completas. Este hombre ha llegado a la altura de los grandes mitos, y predigo que en el futuro se le colocará en el mismo Olimpo que, por ejemplo, a Buster Keaton.

Hablando de lo cual, aprovecho para lanzar un desafío a Wes Anderson, director del filme y querido por tantos -entre ellos yo- por sus sabrosas bizarrerías ("Academia Rushmore", "Los Tannenbaum", "The Life Aquatic"): Sr. Anderson, ¿a que no se atreve usted a hacer para la próxima un largometraje MUDO con Bill Murray como protagonista absoluto? Va, venga. Venga, listo. ¿A que no se atreve? No hay huevos. (A ver si es de los que responde a la provocación y yo salgo ganando.)

Y por último, cierro este post con una aclaración: todo lo de arriba es en sentido figurado, ¿eh?, no se vayan a pensar. Que yo soy más macho que nadie y a mí lo que me gustan son las señoras en general, y mi señora mucho más en particular. Que Bonnie no hay más que una y a mí me encontró en la calle.

Pues eso, ea.