jueves, 20 de diciembre de 2007

Conversaciones con El Miserable

Bueeeno. Hoy, cual émulos de Larra, nos vamos a dedicar al retrato de tipos y costumbres, y estoy seguro de que van a sentirse cercanos a lo que van a leer a continuación, porque estoy igualmente seguro de que en su vida hay algún ejemplar similar, si no idéntico, al bicho que vamos a describir. Nos referiremos a un tipo de comerciante que, lamentablemente, vive horas bajas, porque los tiempos no son fáciles para el pequeño comerciante de barrio. Una pena, como veremos.

Cerca de la casa de mi madre tiene su establecimiento un comerciante de ultramarinos de los de toda la vida, al que en casa siempre hemos llamado El Miserable. (Sí, es una costumbre de nuestra familia, la de apodar a los comerciantes que no son de nuestro completo agrado con adjetivos que dan a entender precisamente eso. Así, igual podemos comprarle embutidos al Miserable que periódicos al Nefasto, y la lista sigue...) El Miserable tiene su forma particular de hacer las cosas, adquirida tras toda una vida al frente de su negocio, y ha llegado a desarrollar un sistema de venta que compite en complejidad y sutileza, si bien no en belleza y armonía, con la ceremonia del té nipona. La transacción se desarrolla invariablemente a partir de unas pautas muy claras:
1) Repetición exhaustiva de todo aquéllo que el cliente haya solicitado (lo que yo llamo "radiarte el pedido"), eso sí -y ojo, amigos, que esto es importante-, en diminutivo, supongo que para que uno se dé cuenta de lo poco que está adquiriendo del producto en cuestión y, ay, ¿no nos estaremos quedando cortos? Va, venga, póngame un poquito más por si acaso.
2) Explicación de la procedencia geogáfica de todos y cada uno de los artículos que le pidas, salvo del pan, que proviene de alguna tahona indeterminada. (A no ser que lo cueza en la trastienda con una masa hecha del serrín que, en los días de lluvia, esparce por el suelo de su establecimiento. Que no, hombre, tranquilos, que no: el mero sentido común nos lleva a desechar esta posibilidad. No así el sabor del pan, por otra parte.)
3) Una vez el cliente expresa su intención de no comprar más cosas, intento a la desesperada de colocarle algo más, lo que sea. Años y años de experiencia y escuela de la calle hacen que en ocasiones estas tentativas, apoyadas si hace falta en sucias tretas, se vean coronadas por el éxito.
4) Por último, cuando ya está claro que el cliente no desea nada más de verdad, muchas gracias, resumen completo de la jugada y cobro de las cantidades correspondientes, acompañado de expresiones que hagan ver lo muy barato que es.

No se vayan todavía, aún hay más: hasta el momento hemos hablado de pautas, es decir, de cómo se desarrolla la compraventa en un mero devenir cronológico, pero no hemos mencionado que aparte de estas pautas también existen unas reglas de oro que deben observarse en cada momento, a saber:
1) El cliente no siempre tiene la razón, y sin embargo, todo lo que el cliente diga está muy bien dicho.
2) Nunca trates a un cliente de "tú" ni de "usted": al cliente hay que tratarle hablando de él en tercera persona, y siempre bajo los apelativos de "el señor" o "la señora".
3) Si en algo aprecias tu honra pequeñotenderil, jamás deberás dar al cliente las cantidades de comida que ha solicitado, sino, siempre y en cada artículo, un poquito más.
4) A la hora de cobrar, da rienda suelta a tu creatividad dentro de unos límites razonables. Mantén la incertidumbre. Dicho de otro modo: nunca deberás cobrar lo mismo por dos pedidos idénticos.

¿Lo captan? Bien, vamos a ver un ejemplo práctico ahora mismo. He aquí cómo podría desarrolarse una conversación-tipo con El Miserable. ¿Listos? Adelante. Señalamos en cursiva lo más digno de resaltarse de acuerdo al MM (Método Miserable) arriba expuesto, para que se den cuenta de lo fino-fino-filipino de la jugada:

YO: Buenos días.
EL MISERABLE: Buenos días, ¿qué desea el señor?
Y: Cien gramos de chorizo, por favor.
EM: Cien gramitos de chorizo, sí señor, muy bien. ¿De cuál le pongo?
Y: De ése mismo.
EM: De éste, sí señor, muy bien. Es muy bueno este chorizo. Es de Astorga, un pueblito de León.
Y: Aaah.
EM: Aaasí. Cien-gramitos-de-chorizooo... Huy, me he pasado un poco. Ciento veinticinco gramos. ¿Está bien así?
Y: Sí, está bien, no se preocupe. Deme también media barra de pan, por favor.
EM: Muy bien, media barrita de pan. ¿Alguna cosita más?
Y: No, gracias.
EM: ¿Nada más? ¿Alguna bebida quizá? ¿Es tiempo de un postre? (NOTA: No me puedo resistir a comentarlo: ¿se han fijado en la belleza de este ataque? Esto, esto sí que es psicología aplicada, y lo demás futesas, banalidades, tonterías. Yo ya he dejado bien claro que no quiero nada más, y sin embargo él sigue intentando colocarme algo de la forma más hábil posible. Y aquí es donde su cerebro frío y calculador ha sumado dos y dos: ¿cien gramos de chorizo y media barra de pan? Esto huele a bocata de aquí a Lima, y si me voy a comer un bocata, ¿me da a dejar escapar sin encalomarme, o al menos intentarlo, una bebida para bajarlo o un Donut para rematar la merendola?)
Y: No, muchas gracias.
EM: Muy bien. Pues el chorizo... y media barrita de pan... Son sólo dos con cuarenta y seis.

Esta es, amigos, la descripción de una conversación imaginaria con El Miserable. Sin embargo, sólo hemos hablado de sus costumbres generales, y no de sus dotes como charlatán, que sí quedarán reflejadas en la siguiente conversación, en este caso real, que mantuvo mi cuñado en cierta ocasión con El Miserable, y que reproducimos como mejor podemos recordar aunque bastante fielmente. Atentos a la talla literaria del personaje:

EL MISERABLE: Buenas tardes, ¿qué desea el señor?
MI CUÑAO: Una Coca-Cola Light, por favor.
EM: ¡Una Coca-Cola Light! Muy bien. Pues mire: ahora Coca-Cola nos ofrece un nuevo producto: ¡Coca-Cola Light al limón! Y por ser un producto nuevo, gozamos de una promoción: ¡dos por el precio de una! ¿Le apetece probarla?
MC: Ah, pues vale. Me llevo dos de ésas.
EM: ¡Claro que sí! ¡La vida consiste en aprovechar las oportunidades!

Otro día seguiremos hablando sobre los charlatanes...

lunes, 17 de diciembre de 2007

Capítulo 1

Empezar, sí. Pero por dónde. Tú empieza, dijo ella, y verás cómo la historia sale sola. La historia, quizá eso sea mucho pedir. ¿Hay una historia? El lápiz araña el papel, y a partir de ese momento se supone que mágicamente surgirán un planteamiento, un nudo y un desenlace; un principio y un final. Un principio: no es mala forma de comenzar. Empecemos por el principio, pues. Blanco y católico, treinta y pocos años, calvo y con gafas, español con una barriga ya más que incipiente que viene a estropear su por otra parte bastante tremenda delgadez. Esta es la descripción de nuestro personaje, que luego ya veremos si es principal o no. El personaje, digo. Y sí, estamos de acuerdo en que esto no constituye un "principio" propiamente dicho, por cuanto no relata ninguna acción, ni siquiera sitúa a dicho personaje -a quien de momento no llamaremos de ninguna manera- en escenario alguno. No hay cuadro aún, no hay trama, sólo un hombre aún no sabemos si imaginario al que aparte de los pocos rasgos ya mencionados deberemos por lo demás suponer dotado de cualidades o atributos normales: dos brazos aptos para el trabajo, dos piernas aptas para la locomoción, sangre caliente, un número indeterminado de órganos en más o menos correcto estado hasta donde sabemos y un alma, oh alma. ¿Y por qué suponer todo esto?, quizá te preguntes, lector. Pues porque en caso de faltarle alguno de estos rasgos es de suponer -hasta ahora hablamos siempre de suposiciones, nunca de certezas, igualito igualito que en la vida misma- que el autor, quien escribe estas líneas, lo hubiera hecho notar. O no, quién sabe. En efecto, podría resultar que para el personaje en cuestión fuese más definitoria su carencia de cabello que la falta de sus brazos, y por eso simplemente ni se ha mencionado. Pero de momento no lo sabemos. De hecho, nuestro personaje carece aún de tantas cosas que por no tener no tiene ni nombre. Aún.

jueves, 29 de noviembre de 2007

Aunque la mona se vista de seda...

Es un mediodía gélido de Noviembre y estoy paseando por el Parc des Bastions en Ginebra -a donde nos hemos mudado, Bonnie y yo, recientemente, pero esa es otra historia que quizá les cuente en otra ocasión-. Incapaz ya de soportar el ataque de mocos que me produce este frío cruel, me sueno, y sólo entonces percibo el intensísimo olor a abono que me rodea, y que antes no pude notar al tener la nariz taponada. Y pienso que el poeta Miguel Hernández dijo una vez de unos establos que olían "a honrado estiércol". En efecto, honradísimo, por cuanto la palabra no puede ocultar la verdadera naturaleza de la cosa. Y sin embargo, por mucha poesía que le queramos echar al asunto, sigue siendo mierda.

jueves, 22 de noviembre de 2007

Carteles que hacen gracia

...o por lo menos a mí me la hacen, y mucha. Van unos cuantos:

Visto en Madrid a un vendedor callejero de chucherías al lado del Metro de Moncloa: "Hay Marx". ¿Pero de cuál? ¿Del de "El capital", de los de "Una noche en la ópera" o del de chocolate-relleno-de-caramelo-yum-yum?

Visto en un "chino" -un "todo a cien"- en Barcelona: "Artículos de legalo". No tengo palabras. Luego dirán que si mucho cachondeo y tal...

Visto en otro "chino", en este caso en Madrid: "Artículo de regalos". Éste es más curioso: confundiendo el plural y el singular al más puro estilo Carmen Sevilla.

Visto en una perfumería de la calle Atocha de Madrid: "Perfumes de lujo a granel" -como dijo deshuevado mi amigo Artur: "¡contradicciones a granel!".

Y por último, visto en la carretera de Burgos más o menos a la altura del Circuito del Jarama: a medida que íbamos avanzando por la carretera unos carteles nos advertían de la cada vez más inminente proximidad de un puesto de venta de fruta: "A 6 km, MELONE" -las mayúsculas son mías-, "A 2 km, MELONE", "A 1 km, MELONE". No sabíamos si el tipo era quizá italiano, o simplemente un poco bruto. En cualquier caso, al llegar a la altura del tenducho nos sorprendió agradablemente ver que no sólo el artista había corregido su error, sino que además había ampliado su oferta: "Melones y SANDÍAN".

jueves, 27 de septiembre de 2007

Canción del día: "Right On" (Clarence Wheeler & The Enforcers)

Una vez más, amigos, el poder mágico del soul y sus derivados. Me había levantado hoy con la desgana, la apatía y el aaay-Señor-qué-cruz que caracterizan últimamente mis despertares, y en ese estado de ánimo tan poco envidiable me encontraba aún cuando, al salir a la calle -hay que ir a trabajar, la-lara-la-láa- ESTO ha empezado a sonar en los auriculares de mi discman. Y en ese preciso instante todo ha cambiado: en mi cara se ha dibujado una sonrisa oreja-a-orejil que ni los Teleñecos, mi columna se ha erguido como un huso, mi paso se ha vuelto elástico y confiado -casi bailón, pero sólo casi- y yo diría que hasta las chicas que bajaban por mi calle a esas horas innobles de la mañana se han vuelto de golpe más guapas. Y no es magia, señoras y señores, es funk de pata negra. Right on, brothers and sisters! Contra la negra melancolía, el remedio de la (buena) música negra. Encuéntrenlo en "Right On! Box Set: Break Beats And Grooves From The Atlantic And Warner Vaults" (WSM-Atlantic-WB Records-Reprise, 2001).

viernes, 21 de septiembre de 2007

Pavo frío

O cold turkey, como ustedes prefieran. Así se denomina en slang anglosajón al "mono" o síndrome de abstinencia que se experimenta al intentar abandonar una adicción a cualquier narcótico o tóxico. Y en esas estamos, amigos: pronto hará dos meses que su humilde escriba no fuma, y oigan, hay que ver lo mal que se pasa. De verdad. Lo cual me lleva a dos reflexiones distintas:

1) Nunca jamás me volveré a tomar las adicciones ajenas a la ligera, ni aunque las vea en una película (escojan ustedes, y las hay buenas, ¿eh?: "El hombre del brazo de oro", "Días de vino y rosas", "Drugstore cowboy"... El tema del yonqui da para mucho). Lo juro. Quiero decir: si se trata sólo de dejar de fumar y se sufre tanto, ¿qué será de los que tienen que vencer un hábito de coca, caballo o alcohol? Se me erizan los vellos sólo de pensarlo.

2) No puedo ni podré nunca entender a quienes superan su adicción y luego recaen. Después de haber sufrido tanto, ¿hay quien pueda tener ganas de pasar por lo mismo una segunda vez? Keith Richards, oye mis palabras: eres el hombre más masoquista del mundo.

Vale.

lunes, 27 de agosto de 2007

Lectura del día: "Matadero 5" ("Slaughterhouse 5", Kurt Vonnegut)

Como siempre, empezamos con la intención de enrollarnos poco -y como siempre que lo hacemos, nos encomendamos al Señor y a ver lo que acaba saliendo-, y ello porque por mucho que quisiéramos extendernos, no nos cabrían en ningún post tantos superlativos como merece el excelso libro que hoy les recomendamos. Antes de nada, y pues que dicen que de bien nacidos es ser agradecidos, comenzamos -pues eso- con un agradecimiento, en este caso a nuestros bienamados hermanos Amat -Uri y Kiko-, y es que si no hubiera sido por toda la turra que han llegado a dar con "el abuelo Vonnegut" a través de su muy estimable Escuela Moderna (www.laescuelamoderna.blogspot.com), es bastante posible que nunca nos hubiésemos acercado a la obra -a ninguna- de este maestro de la literatura contemporánea. Gracias mil, y mil gracias más de propina. Y es que hay que ver cómo somos a veces las personas, señoras y señores: desde siempre me habían recomendado tanto, pero tanto al amigo Kurt Vonnegut que, la verdad, me daba mucha pereza leerle. Se ve que lo que hacía falta era ni más ni menos que esto: que me lo recomendasen, sí, pero alguien cuyo criterio respetase (quizá sería una exageración decir "en cuyo criterio confiase": ¿ustedes se fían completamente de alguien cuando se trata de libros, discos o pelis?).

Total, lo que decíamos: les vamos a recomendar este libro por tres razones. Igual podrían ser dos, diecisiete o ciento setenta y seis, pero el tres es un número redondo, elegante y airoso -¿ven? tres adjetivos- para situaciones como ésta. Va, venga, tres razones. A saber:

1) Porque las expectativas previas que tenía depositadas en él no se han visto defraudadas en absoluto, sino todo lo contrario, ampliamente superadas, con lo difícil que es eso cuando hablamos de obras de referencia. ¿No les ha pasado nunca? Por ejemplo, escuchar por primera vez discos "míticos" como el "Psychocandy" de The Jesus & Mary Chain o el "Candy Apple Grey" de Hüsker Dü y pensar: "pues no era para tanto, hombre". Y por el lado completamente contrario, ver películas como "El apartamento" o "Alien, el octavo pasajero": por mucho que te hayan hablado de lo muy buenas que son, cuando las ves por primera ocasión te golpean con fuerza.

2) Porque aquéllos de ustedes que sean lectores acérrimos como un servidor sabrán lo difícil que es encontrar uno de esos libros cuya lectura no puedes ni quieres dejar a no ser que sea estrictamente necesario. Uno de esos que en inglés llaman "un-put-down-ables". Uno de esos que cuando lo vas leyendo en el metro piensas: "mierda, mi parada. Yo quería seguir leyendo". Uno de esos que... Bueno, vale, ya se han hecho una idea, espero.

3) Porque nos anima a seguir leyendo más libros de don Kurt en cuanto tengamos ocasión, porque nos ha parecido, en la acepción más simple de la palabra, genial, es decir, obra de un gran genio literario. ¿Que cómo podemos tener el atrevimiento de hacer semejantes juicios cuando sólo hemos leído UN libro del señor Vonnegut, se preguntarán ustedes? Pues es sencillo: es cierto, solo hemos leído ESTE libro, pero es que estas ciento cincuenta y siete páginas (en la edición de la casa Vintage) contienen más ideas brillantes que las bibliografías enteras de muchos autores más reconocidos y famosos, y me niego a dar ningún nombre.

No hay más por hoy, damas y caballeros. Léanlo. Me lo agradecerán a mí y se lo agradecerán ustedes mismos.

jueves, 23 de agosto de 2007

El cumpleaños de Bonnie

Muchas felicidades, amor mío. Y que -oh vanidad femenina- no te preocupe el paso del tiempo: déjame que sea yo el que se encargue de contarlo, y te diga que hoy estás mucho más guapa que el año pasado por estas fechas. Y por supuesto, que hoy me gustas incomparablemente más que cuando te besé por primera vez hace unos dos mil trescientos días. O que cuando te vi por primera vez entrando por la puerta de la cafetería y se me cayó la mandíbula hasta golpear con la mesa -clonc-, lo cual si mal no recuerdo sucedió unas mil cuatrocientas horas antes de ese primer beso. Y que lo que es seguro del todo es que hoy, sin discusión posible, te quiero más incluso que la primera vez que te dije que te quería, hace unos -redondeando- tres millones ciento noventa y siete mil minutos.

Que cumplas muchos más, mi amor, y que sea conmigo a tu lado siempre.

miércoles, 22 de agosto de 2007

In deep trouble

Hola amigos, qué tal. Pues ya ven, retomando esta cosa después de unos cuantos días de ausencia lamentablemente no debidos a vacaciones veraniegas sino más bien a todo lo contrario, pero tampoco es cuestión de que les cuente ahora mi vida y penas. Hoy vamos a desperezar el músculo con una breve, muy breve, reflexión: ¿se han dado cuenta de la cantidad de veces al día que oyen ustedes las palabras "solución" y "soluciones"? Los reclamos publicitarios nos tientan con cantos de sirena que prometen "soluciones inmediatas"; la gente reclama en distintos foros (servicios de atención al cliente, comercios, bancos, administraciones públicas, plazas de toros) que se les ofrezcan "soluciones, pero ya", y así hasta el infinito. Seguro que se han dado cuenta. Es más, posiblemente sean ustedes de esos a los que el eslogan de marras haya tentado en alguna ocasión. Y sin embargo, ¿se han parado a pensar en lo que esto significa? Pues piénsenlo por un minuto y es probable que sientan miedo...

...Porque lo que esto quiere decir es ni más ni menos que lo siguiente: si buscas continuamente "soluciones" es porque consideras que tu vida está llena de problemas. Ahí es nada. Y lo que es más: si buscas soluciones "inmediatas", es que consideras que esos problemas tuyos son tan graves, tan importantes, que no admiten espera: han de arreglarse ya. Ahora.

Insisto: da miedo pensar que vivimos tan agobiados, tan al puto límite de nuestras posibilidades -mentales, emocionales, vitales-, tan ahogados en vasos de agua, continuamente haciendo no montañas, sino cordilleras enteras, de granos de arena. Párense a pensarlo, señoras y señores: párense a pensar cuántas de esas cosas que tanto nos sofocan en nuestra cotidianeidad son realmente tan importantes, y a lo mejor se llevan ustedes una alegría al darse cuenta de lo idiotas que son, que somos. Y acostúmbrense a hacer este ejercicio de cuando en cuando -un poco de gimnasia mental, hop, hop- para poder mirar las cosas con un poco de distancia: cada vez les importarán menos más cosas. Se lo aseguro.

viernes, 3 de agosto de 2007

Disco del día: "Radio-Activity" (Kraftwerk)

Hay que ver qué paradojas: hoy, hoy precisamente que sí que lo traíamos gordísimo no podemos extendernos en demasía, porque sería abundar en lo ya archiconocido y tampoco se trata de aburrirnos –ni yo solo, ni yo a ustedes-. De modo que vamos a tratar de ceñirnos lo más posible a nuestro disco de hoy, porque nada de lo que podamos decir puede añadir ni un solo gramo más de peso a la leyenda de Kraftwerk.

Estamos en 1975 y, a golpe de genio, cuatro señores alemanes –herren Ralf Hutter, Florian Schneider y los eternamente segundones Karl Bartos y Wolfgang Flur- se están inventando, ellos solos, la música electrónica de los próximos treinta años. Y no crean que es un empeño chiquito: repetimos, estamos en 1975, y por tanto no hay samplers, PCs, Macs, MIDI ni cosa que se le parezca, y los sintetizadores se encuentran aún en su estado más primitivo –el puramente analógico-, de modo que cada vez que los mencionados cuatro señores quieren parir alguno de los extraños sonidos que bullen en sus cabezas, no tienen más remedio que retorcer las ondas sonoras hasta lo indecible con la tecnología de la que disponen, o bien, directamente, inventarse algún aparato que sea capaz de producir esos sonidos. No sé si se dan cuenta de la enormidad de lo que digo, pero imagínense que a un solo guitarrista le hubiera dado por inventarse todos los puñeteros pedales de efectos –wah-wah, fuzz- del mundo. Pues más o menos lo mismo. No estamos, por tanto, hablando de una labor fácil, y menos en el caso de una banda que no sabe dar un solo paso sin haberlo pensado mil veces, porque no se trata sólo de canciones, ni siquiera sólo de música en abstracto. Kraftwerk tienen una visión: el hombre-máquina. Hombres que hacen música como si fueran robots, con una mínima actividad física y despojándola de todo lo superfluamente emocional; robots que tienen emociones y saben computar música de una belleza devastadora, pero sin impulso animal.

Kraftwerk no han sido aún capaces de plasmar completamente esa visión, aunque falta poco ya -“The Man-Machine” es de 1978, si bien el gran salto cualitativo lo darán en 1977 con “Trans-Europe Express”-. Y precisamente eso es lo más interesante de este “Radio-Activity”: Kraftwerk ya están en posesión de todos los elementos que les hacen grandes, pero aún no saben conjugarlos del todo. Aún no han terminado de perfeccionar su estilo propio. Aún les pesa la influencia del rock sinfónico, de donde vienen aunque no les guste reconocerlo –alguna de estas doce canciones desprende un cierto tufillo a Vangelis-. Aún no son completamente Kraftwerk, y es en esta cierta indefinición donde mejor se puede apreciar la enorme influencia que tendrán posteriormente -por poner sólo dos ejemplos de grupos que nada tienen que ver entre sí y que saltan inmediatamente a la memoria al oír este álbum- en bandas como OMD o The Chemical Brothers. Dicho de otro modo: precisamente porque, aquí, Kraftwerk aún no suenan del todo a Kraftwerk, éste es, de sus discos, en el que mejor se puede apreciar lo mucho que todos los demás suenan a Kraftwerk.

Por lo demás, como decimos, todo está aquí: los sonidos que no existen en la naturaleza y que sólo una máquina ha podido soñar, las melodías bellísimas -confesión personal para que se hagan una idea: la primera vez que oí la canción “Europe Endless” (de “Trans-Europe Express”), yendo por la calle con mi discman, no pude contenerme y rompí a llorar como un nene en plena vía pública- y el gusto por lo conceptual, mezclado con el placer de lo equívoco (en un disco llamado “Radio-Activity” las piezas se titulan “Geiger Counter”, “Radioactivity” o “Uranium”, pero también “News”, “Antenna” o “Transistor”), lo cual nos trae de cabeza a uno de los aspectos que más nos gustan de esta banda: su enorme sentido del humor. Sólo a ellos se les podía ocurrir esta letra para un tema,

Radioactivity
Is in the air for you and me
Radioactivity
Discovered by Madame Curie


o titular a la pieza que cierra el disco “Ohm Sweet Ohm”. Y por último: sí, hablo de “piezas”, y no de “canciones”, y no por pretenciosidad, sino porque en este disco los señores de Kraftwerk también hacen gala de una cierta patilla. Cuando uno ve que el disco consta de doce cortes no puede por menos de asombrarse: en el universo particular de Kraftwerk doce temas son lo que se podría decir un esfuerzo ciclópeo. Pero, claro, hace falta algo más que un poco de manga ancha para definir “Intermission”, “News”, “The Voice Of Energy” o “Uranium” como canciones en el sentido más tradicional del término.

¿Lo ven? Al final me he enrollado más de lo previsto. En fin: fin.

Sé lo que estás pensando

Sé lo que estás pensando. Por ejemplo: interior día, una habitación de techos altos, altos ventanales y a través de ellos un día gris. En el centro una mesa, y sentado a ella escribes: “Sé lo que estás pensando.” Por ejemplo: que deberías cortarte el pelo antes de volver a casa, y el barbero en la barbería –interior tarde- te mira a través del espejo confiando en que tienes los ojos cerrados, y sosteniendo tu cabeza entre las puntas de sus dedos imaginará que sabe lo que estás pensando. Por ejemplo: que estás muy cansado y a veces haces cosas raras sin saber por qué, y que en ciertas ocasiones tu único alivio es que, a Dios gracias, nadie sabe lo que estás pensando. No, no, eso es lo que él está pensando, y que no me dan propina, adiós, hasta luego buenas tardes, hay que ver. En la calle –exterior tarde- piensa que le miran, y es cierto: aquélla chica de dos portales más allá le ha echado, tímida y ciudadana, el más breve de los vistazos, y se dice que no es guapo pero sí interesante, y en qué estará pensando, pero no es eso lo que de verdad ha pensado por el más breve de los momentos, sólo un momentito, y ay si su novio supiera lo que a veces le pasa por la cabeza, y por si acaso se vuelve y le besa. Y su novio se dice: “Sé lo que estás pensando”. Por ejemplo, que me quieres aunque a veces te ponga nerviosa sin saber por qué y me chilles, y aunque a veces me compares –lo sé- con otros tipos que te parecen ideales sin conocerlos realmente y claro, eso es injusto y contra eso no se puede competir, y mira, dónde irá ése con ese pelo tan de peluquería. Pues a casa, dónde va a ir, y allí se sienta a una mesa –interior noche- en el centro de una habitación de techos altos, altos ventanales, y parece que va a llover, y enfrente de él un papel casi en blanco en el que sólo dice: “Sé lo que estás pensando.”

miércoles, 25 de julio de 2007

Sólo faltan doce horas para el fin del mundo

Sólo faltan doce horas para el fin del mundo y parece mentira la pachorra que tiene la gente, si no no se explica que todos vayan así por la calle, como si nada fuera a pasar, hay que ver qué cuajo; si es que a estas alturas ya le da todo igual a todo el mundo; o será ésta manía que tenemos de fingir siempre que todo es correcto y normal, vamos anda; se indigna uno al pensar que hoy en día a nadie le gusta afrontar los hechos aunque los tenga delante de las narices, y menos si lo que se nos viene encima es así de gordo. Pues, ¿y asumir responsabilidades? ¡Huy, de eso ya ni hablemos! Pero ¿es que no queda nadie que tenga un poco de vergüenza? ¡Pero míralos! ¡Míralos! Claro que a buenas horas, los pobres, qué van a hacer… Bueno, también hay que tener en cuenta que casi nadie lo sabe, y es curioso, ¿no?, uno diría que el fin del mundo sería una de esas cosas imposibles de mantener en secreto, pero ahí los tienes, oye, tan panchos. A ver si es que me han tomado el pelo… No, no puede ser, mis fuentes son, cómo se dice, dignas de crédito, y quién le iba a gastar a uno una broma de tan mal gusto. En fin, yo a lo mío, a lo que íbamos. Ah, mira, a lo tonto a lo tonto, ya he llegado.

Respira hondo y entra en esa tienda de grandes ventanales. Un dependiente muy estirado se le acerca, buenos días, en qué le puedo ayudar. Ja, ja, ayudar dice, si usted supiera. ¿Perdón, cómo dice? No, nada, disculpe, que quería ver el piano de allí del fondo. ¿El del fondo, dice usted?, con esa cortesía tan grande que deja claro que pero si no te puedes pagar ni la tapa, infeliz. Sí, el del fondo. Cómo no, acompáñeme, por favor. Y llegan al lado del piano, y el dependiente empieza a loar las virtudes de este magnífico instrumento, pero él ya ni escucha, él por fin a lo suyo, lo mira y se dice que sí, que es magnífico, y se abre el abrigo y saca el instrumento, el otro, y manos a la obra. “¡Pero qué hace, hombre!” (y mira que está claro, se está cargando el piano a hachazos). “¡Que me deje, que estoy muy loco!” Y así dale que te pego, menudo alboroto y la gente venga a mirar, pero cualquiera se acerca al tarado ese. Y por fin, por una vez en la vida, se está dando un gustazo, aunque la policía no tardará mucho en llegar y se lo lleve, cuando sólo quedan once horas y media para el fin del mundo.

viernes, 20 de julio de 2007

Canción del día: "Talk About The Passion" (R.E.M.)

Ya iba siendo hora de que les hablara aquí de una de mis bandas favoritas, aunque creo que ya les había mencionado que hay muy pocas personas en este mundo que sean (o hayan sido) tan fans de R.E.M. como su humilde escribiente. (Sí, ése soy yo.) Y qué mejor excusa para hacerlo que hablarles de esta canción, porque perteneciendo como pertenece a su primer LP, "Murmur" (1983), es un ejemplo perfecto de por qué R.E.M. son hoy en día unos mamuts del rock: porque desde sus primeros pasitos supieron facturar auténticos clásicos.

En realidad, se podría decir que la historia de R.E.M. no es tanto la historia de la evolución de una banda como la de la evolución de un cantante, el señor Michael Stipe, que se busca a sí mismo. Y es que a pesar de que desde un primer momento está clarísimo para el oyente que se encuentra ante un vocalista de personalidad (y voz) única e intransferible, el señor Stipe tardaría todavía un tiempito en convencerse de que, sí, era cantante, y mucho más tiempo todavía en descubrirse a sí mismo (porque finalmente lo hizo) como un gran cantante. La prueba la tienen en este álbum, cuyo título no podría ser más acertado: ¿"Murmur"? Pues sí, "murmullo". Como buen cantante novato el señor Stipe está todavía tímido, reticente, y más que vocalizar murmura, como dubitativo, procurando mantener su voz en un discreto segundo plano. Ya sé que el de la sinestesia es un recurso fácil y que suena a poesía-expendida-al-peso, pero podría decirse que en este disco la voz de Michael Stipe suena, si tal cosa es posible, desenfocada. Borrosa. Nada de qué preocuparse: como decimos, poco a poco don Michael iría cogiendo confianza hasta llegar a soportar el peso de las gloriosas canciones que conformarían sus álbumes "clásicos" (perdón por la insistencia en el adjetivo, pero es que es una verdad como un templo), la imbatible tríada compuesta por "Green", "Out Of Time" y "Automatic For The People", con mención especial a su mejor momento como vocalista, la hermosísima "Nightswimming".

Pero nos estamos adelantando mucho en el tiempo: centrémonos en el año 1983, y en nuestra canción estrella de hoy, la que me ha alegrado el día. Como decíamos, Michael Stipe se encuentra inseguro, bla-bla-bla, lo cual de todos modos le va como anillo al dedo a la letra que canta en este canción: "not everyone can carry the weight of the world". (Desde luego, yo no podría.) Y mientras tanto Buck, Mills y Berry, ajenos a tanta bisoñez, atacan la canción con una ferocidad casi impropia de un medio tiempo, vomitando todo lo que más les gusta de los discos que desde siempre les han fascinado: ¿Rickenbakers a lo Byrds? Vale. ¿Acústicas folkies? Hecho. ¿Cien gramos de Beatles? Vengan. Y lo que les echen. Y ahí lo tienen, señoras y señores: treinta años de historia del rock resumidos en tres minutitos y medio. Grandes, muy grandes desde sus primeros pasos. Hablamos de pasión.

...qual piuma al vento.

Segunda parte de nuestro anterior post (¡"El Hombre Sentimental", su meta-blog favorito!), y es que estaba yo esta mañana, una vez más, escuchando a La Mode cuando me ha sorprendido recordar unos versos de El Zurdo, en este caso pertenecientes a su canción "Imperios":

"Móntate tu propio clan,
ríete del qué dirán.
De tu imagen sé traidor,
pero conserva el honor."

Y oigan, que será una tontería, pero he respirado más hondo. ¡Gafapastas! ¡Nunca seré uno de vosotros, ja-ja!

martes, 17 de julio de 2007

L´uomo é mobile

Errar es humano, decía un proverbio, y rectificar, de sabios, decía otro. Nos referimos a nuestro post del día 30 de Junio donde decíamos (me cito literalmente a mí mismo): "mis gafas son -y siempre han sido y siempre serán- de montura metálica". Bueno, pues el caso es que he ido el otro día a hacerme unas gafas nuevas (puesto que se va uno quedando progresivamente más cegatete) y... oigan, que he salido de la óptica con un par de gafas de pasta, y negras, para más inri. "Qué hombre tan veleta", dirán algunos de ustedes. "Qué caracter tan inestable y tornadizo", dirán otros. Que no, joder. Es que, simplemente, no había otras que me gustaran más. Y además, tampoco es para ponerse así y ¿qué hago yo dándoles explicaciones?. Hombre, copón ya.

...Total, que ya pertenezco oficialmente (suspiro) a la logia de los gafapastas.

domingo, 8 de julio de 2007

Los ejes de mi carreta: homenaje a El Martín Pecador

Nos congratula, mis muy estimados lectores de esto, darles una buena noticia en forma de inauguración reciente, y es que hace muy pocos días que nuestro gran amigo El Martín Pecador ha abierto un nuevo, y estupendo, blog: búsquenlo en http://www.elmartinpecador.blogspot.com/.

¿Ya le han echado un vistazo? En ese caso quizá se hayan fijado en que el amigo Martín ha tenido el detallazo de hacernos un homenaje en un reciente post titulado "El Hombre Sentimental baila boogaloo", en el que nos colma de muy placenteros y sin duda inmerecidos elogios, y por eso queremos devolverle los halagos recomendándoles la lectura de su blog. Por eso y porque, además, el amigo Martín y yo compartimos muchas cosas, y cuando digo "cosas" no me refiero sólo a gustos (musicales, literarios, cubatísticos), sino a una cierta actitud vital que, sospecho, nos lleva en ocasiones -en más de las que nos gustaría- a pensar que no estamos del todo en el lugar que queríamos ocupar cuando éramos (más) jóvenes y queríamos comernos el mundo (o dicho de otro modo, ¿qué hago yo con traje y corbata de lunes a viernes?), pero que, en definitiva, esto es lo que hay y más nos vale sacar provecho de todas las buenas ocasiones que para ello se nos presenten.

Esto se ve muy bien en otro post un pelín más antiguo, titulado "Si consideramos" (http://elmartinpecador.blogspot.com/2007/07/si-consideramos-reflexin-de-bukowski.html), en el que glosando un poema de nuestro muy admirado Bukowski, el señor Pecador dice: "La vida gira sobre un eje podrido", para luego concluir que a pesar de ello hay tantas y tantas buenas razones para disfrutarla. Y como homenaje a ambos (a Bukowski y a El Martín Pecador), yo quisiera completar la metáfora a mi manera. Y es que yo diría, siguiendo un símil parecido, que la vida es una carreta, y que son sus ejes, los que dan movimiento a esa carreta, los que están podridos. Ahora bien, esto no es lo importante: lo importante es que la carreta sigue andando, y en ese camino podemos encontrar tantos instantes hermosos que sería una pena desaprovechar el viaje lamentándonos constantemente por cómo chirrían los putos ejes. Eso sin contar además con una de las mejores reglas del juego, que consiste en que en esa carreta tú tienes un amplio margen de libertad para decidir cuál es la carga que quieres llevar, cuáles son los lastres que en un momento dado te permites arrojar a la cuneta para evitar pesos indeseados, a quién invitas como compañeros de trayecto y qué cosas quieres portar contigo para hacerte el viaje más ameno. Yo, por mi parte, siempre llevo una copia de "El guardián entre el centeno" de J.D. Salinger y otra del "Forever Changes" de Love, aunque a veces las he regalado a algún compañero de viaje especialmente amado y después he tenido que comprarme otra en la siguiente parada.

En definitiva, menos lloriquear y más estarse al sopesquete. Como dijo el señor Leonard Cohen, "there are heroes in the seaweed", y esos héroes anónimos de los que está el mundo lleno puede que no sean otros que los que saben encontrar las perlas entre la comida de los cerdos, los diamantes entre la basura. Y si esto es así, nuestro amigo El Martín Pecador es un auténtico superhéroe patrio.

Vale (y disculpen que me haya puesto un poco hippy y tal).

La música amansa a las fieras

...Y miren que no me gusta tirar de tópicos (mentira, me gusta como al que más, pero no se preocupen que enseguida dejo de discutir conmigo mismo por respeto a ustedes, mis queridísimos lectores), pero es que este es cierto. Lo he comprobado por mí mismo, no diré científicamente, pero sí empíricamente. ¿Qué cómo? Pues muy fácil: lean, lean.

Resulta que en el edificio donde vivo todos los vecinos tenemos un mínimo de tres ventanas abiertas a un patio interior que haría las delicias de cualquier físico que se dedique a estudiar, bien las leyes de la termodinámica (inexplicables y violentísimas corrientes de aire tanto caliente como frío que surgen de la nada), bien las de la acústica, y esta última es la parte que nos interesa: mi patio interior es como una inmensa cámara de resonancia y eco que magnifica cualquier sonido que en él se produzca. De verdad, oigan: en mi edificio, si tienes las ventanas abiertas, ya puedes procurar no tirarte un pedo amparado en lo que tú crees la inviolable intimidad de tu hogar, que todos los vecinos lo escucharemos (y en casos excepcionales, aplaudiremos). Así de seria es la cosa. Por lo que ya se podrán figurar el caos que impera en la finca completa en verano, cuando todos tenemos las ventanas abiertas obligados por los rigores de la canícula madrlieña. Y el otro día no fue una excepción: mientras yo procuraba trabajar en mi habitación sentado a las teclas de este mismo ordenador, a mis sufridas orejas llegaba una cacofonía espantosa compuesta a partes iguales por los sonidos de mi vecino de abajo cantando (aún no se sabe en qué idioma), mi vecino de más abajo con la tele a todo trapo (no es que lo pueda evitar, es que al parecer está un poco teniente el hombre), una pareja discutiendo, un transistor emitiendo un debate radiofónico, ruidos (y aromas) de fritura de una cena tempranera, y lo que parecía ser un gallinero atacado por un zorro rabioso. Y dos huevos duros. Planteamiento, esto era el planteamiento.

Vayamos ahora a por el nudo: "¡Buenobastayametenéisharto!", pensé yo francamente desesperado. Y entonces se me ocurrió combatirles con mis propias armas. Así que abrí la ventanica del iTunes, encendí los altavoces de mi computador, y a un volumen sabiamente regulado -lo suficientemente alto como para asegurarme de que todos los vecinos lo escucharían, lo suficientemente bajo como para que nadie me llamase "cabrón"- hice click en el botón de "play" y la voz de platino del señor Otis Redding se dejó oír por todo el patio entonando la dulcísima "These Arms Of Mine"...

...y dos minutos y medio más tarde, cuando la canción se acabó, todas las ventanas del patio seguían abiertas, pero mi vecino había dejado de cantar, mi otro vecino había apagado su televisor, la pareja había dejado de discutir, el transistor estaba en "off", y la cena seguía, eso sí, friéndose apaciblemente (el estómago no admite esperas). Ese fue el bonito desenlace: reinaba un silencio que sólo puedo calificar de idílico, y llámenme romántico si lo desean, pero quiero imaginarme a mis vecinos escuchando la voz de don Otis y derramando una lagrimita en sus domicilios.

Así fue, y así se lo hemos contado.

(P.D.: Aunque escribí este post hace unos cuantos días, todavía no lo había publicado. Pues bien, ayer hemos vuelto a repetir el experimento con Jacques Brel y "Quand On N´A Que L´Amour", con idénticos resultados. ¡Funciona, funciona!)

sábado, 30 de junio de 2007

Disco del día: "Bo Diddley Is A Gunslinger" (Bo Diddley)

He de hacerles una confesión: aún no les he hablado nunca en este blog de la música que más me gusta. Les he hablado de Los Planetas, de La Mode, de Gabinete Caligari, de Belle And Sebastian y hasta de la Orquesta Mondragón; pero como saben bien todos aquéllos de ustedes que sean oyentes (más o menos) habituales de mi programa de radio -aprovecho la ocasión para (volver a) hacerme publicidad: "El Hombre Sentimental", todos los lunes de 21:00h a 22:00h en Onda Latina 87.6 FM Madrid, aunque si viven fuera de la capital del reino nos pueden escuchar también en http://www.ondalatina.es/-, mi rollo en realidad es otro. En general, lo que más me gusta son los ritmos calentitos de los años 60: soul, funk, reggae, ska, boogaloo, calypso... Y si hablamos de rock´n´roll, me sigue gustando más, mucho más, el de los años 50 y 60 que el actual. En gran medida, eso es lo que van a escuchar, mucho me temo, si nos sintonizan: de actualidad, más bien poca (pero eso sí, muy recomendable).

Tras haber hecho tamaña confesión, por favor les ruego que no se imaginen lo que no es, y por si acaso me están ustedes pintando con flequillo, gafas de pasta y un polo Fred Perry bien abrochado hasta el último botón, procedo inmediatamente a desmentirles punto por punto: soy calvo, mis gafas son -y siempre han sido y siempre serán- de montura metálica, y una camisa no es una camisa si no es de cuadros y de no-firma. En otras palabras: mi preferencia por esas músicas de esa época no es una decisión estética, sino algo mucho más sencillo, más visceral: simplemente, me gustan más. Me gusta su empuje, me chifla su sonido y me maravilla pensar que en aquél entonces se rompían barreras a una velocidad pasmosa y las nuevas ideas fluían a un ritmo de auténtico vértigo. ¿Ejemplos? Vayan unos cuantos: el ska reinó en Jamaica durante sólo seis o siete años antes de dar paso al rocksteady, que duró todavía menos -un par de temporadas- antes de ceder el trono al reggae. O si no fíjense en el boogaloo: todos los discos clave del género se grabaron en un período de... ¿cuánto? ¿Tres años? ¿Cuatro a lo sumo?

Cuando digo que de esos discos me chifla su sonido, me refiero a la interpretación más literal de la palabra: aquéllos discos sonaban muy distinto a como lo hicieron en décadas posteriores, por no hablar de hoy en día. Cosas de la tecnología, que en aquéllos maravillosos años se encontraba en un estado de lo más primitivo: para empezar, no existían los multipistas, y cuando se hablaba de editar una grabación había que imaginarse a un operario de estudio armado de un par de tijeras y un rollo de cinta adhesiva; todo lo cual obligaba a los artistas a grabar sus canciones en directo. He ahí la clave, queridísimos lectores, el ingrediente secreto de esas sesiones. Muy en contra de la ultrasofisticación imperante hoy en día, esos discos suenan exactamente a lo que eran: cinco señores encerrados juntos en un estudio de grabación, sudando la gota gorda y pasándoselo bomba tocando una canción. ¿Que el sonido de esas grabaciones era más sucio e imperfecto de lo que un productor puede conseguir hoy en día? Pues... sí. Y qué. Hablamos de canciones y de emoción, no de detergente y cálculo. Había margen para el error humano, y no importaba. Y por Dios bendito, no me hablen de "calidad": esa palabra tan fea aplicada a la música me hace pensar en discos de jazz "adulto" mal entendido, en Café Quijano o en cosas aún peores (si es que pueden imaginarse algo peor). Y si piensan que esas limitaciones técnicas arredraron a los más ambiciosos, se equivocan de cabo a rabo, y no lo digo yo, sino la historia de la música: la inmensa mayoría de las producciones de Phil Spector se grabaron en mono, el "Pet Sounds" de los Beach Boys en DOS pistas y el "Sgt. Pepper´s" de los Beatles en cuatro. Toma Jeroma pastillas de goma. Pero no se trata tan sólo de un tema técnico, sino también de algo mucho más sutil. La industria de la música popular estaba en pañales, (casi) todo estaba por hacer, y supongo que los artistas lo sabían, porque esos discos desprenden ILUSIÓN por todos sus surcos. En definitiva, amigos, de aquellos discos nos atrae también esa mirada limpia, esa inocencia.

Sirva todo lo anterior como entradilla a nuestra recomendación de hoy, por si acaso les había extrañado que nombremos "disco del día" a un álbum grabado nada menos que en 1960. Pero es que en estos tiempos que corren nos hacen falta muchos discos como éste: diez canciones, para qué más, y diez canciones cortas: en total el disco no llega a durar media hora (ideal para animar cualquier trayecto mañanero en metro o autobús hacia sus puestos de trabajo y pensar por un momento que hoy puede ser un gran día), pero he ahí el quid: a la hora de escribir una canción, ¿para qué vas a contar en cinco minutos lo que puedes explicar perfectamente en dos? ¿Para qué hartar al oyente cuando puedes -ojo, señores- dejarle con ganas de más? Cuánta sabiduría la del amigo Diddley, y qué tremenda puntería a la hora de interpretar: imposible rockear más con menos elementos: una guitarra, una voz asilvestrada, dos corillos cutres, un tambor y unas maracas que suenan a caja de cerillas, un ritmo irresistiblemente sencillo -tarareen conmigo: bum-badabum, bum-badam-bum-bam, bum-badabum, bum-badam-bum-bam-... y ya tenemos montada la madre de todas las juergas. Insólito en 1960, asombroso ahora.

Con tantas buenas razones a su favor, resulta triste pensar que el Sr. Bo Diddley es uno de esos héroes un tanto dejados de lado por los historiadores del rock, o al menos a mí me da la sensación de que nunca ha recibido todo el crédito que debiera. Por eso yo quiero recordarles que a ustedes, a todos ustedes, les gusta Bo Diddley, incluso aunque no lo sepan e incluso aunque no le hayan escuchado jamás. Les gusta Bo Diddley por asociación o por influencia, porque si nunca hubiese existido un Bo Diddley nunca hubiera habido unos Rolling Stones, si nunca se hubiese grabado este "Bo Diddley Is A Gunslinger" nunca hubiésemos tenido un "My Generation" a cargo de unos tales The Who; y, puesto que la lista podría seguir hasta el infinito, quiero dejarles con sólo otro ejemplo más, para mí el más escalofriante: estoy convencido de que sin un Bo Diddley que hubiese servido como antecesor, nunca habrían surgido unos Ramones.

He dicho.

martes, 26 de junio de 2007

De playas, pitanzas y apellido(s) en lengua(s) bárbara(s)

Son las 00:53 h. del día 27 de Junio y les escribo estas líneas recién llegadito de un, ay, excesivamente corto (la blitzkrieg es lo nuestro) viaje al muy maravilloso Parque Natural de Cabo de Gata. Y si después de pegarme seis horas de coche -y más aún teniendo en cuenta que mañana (hoy) habré de despertarme bien tempranito para retornar a las minas de sal como buen asalariado- estoy ahora tecleando a estas horas indecentes en vez de estar en la cama junto a mi novia (por cierto, que ya les he hablado de mi novia en varias ocasiones pero aún no se la he presentado. Bueno, pues resulta que precisamente durante este viaje ella y yo hemos estado comentando este tema y hemos convenido que en adelante, cuando nos refiramos a ella, usaremos a falta de otro mejor seudónimo el de "Bonnie"), que es donde debería estar, es por dos razones: la primera, que tengo puesta una lavadora que he de dejar tendida antes de acostarme (archívese bajo el epígrafe "Pequeñas esclavitudes de lo cotidiano"). Y la segunda, que las puntas de los dedos me arden con unas cuantas recomendaciones que les quiero regalar. Allá vamos, y en números romanos:

I) Que visiten ustedes Cabo de Gata a la voz de "¡ahora!", o por lo menos, se resuelvan a hacerlo pronto, antes de que la construcción desenfrenada se cargue lo que hoy en día sigue siendo una joya natural. De verdad. Se lo está diciendo un tío que odia la playa. En serio. No dejen ustedes de remojar sus sonrosados culetes en tantas y tantas bellísimas calas y playas como allí podrán encontrar.

II) Que después de hacerlo (lo de remojar los trasericos en el Mediterráneo tras exponerlos a la furia del rabioso lorenzo que pega en Almería), un buen sitio para reponer fuerzas es el bar "Fidel" en Rodalquilar, que expende todas las variedades de productos cerveceros manufacturados por la mil y mil veces bendita casa Alhambra, y además ofrece tapa de pimiento-del-piquillo-relleno-de-atún-con-orégano-y-aceite-de-oliva-y-olé.

III) Despedida y cierre recomendándoles asimismo el libro cuya lectura me ha animado estas vacaciones: "Viajes con Heródoto", del señor Ryszard Kapuscinski. Sí, ya sé que lo he escrito mal, pero es que son esos malditos apellidos polacos: en realidad "Kapuscinski" lleva dos acentos. "¿Y por qué no los ha escrito entonces?", dirán unos. "Joder, hay que ser vago", dirán otros. Pues muy sencillo: porque efectivamente lleva DOS acentos, pero, se van a reír, uno es en la primera ese y otro ¡en la ene! ¡Por Dios santo, en la ENE! ¡Habráse visto! ¿Se creen que es fácil? Pues yo en mi teclado no sé hacerlo, y eso que soy un tipo con estudios universitarios (ejem). Bueno, a lo que vamos, al libro: a aquéllos que hayan leído otros libros del mismo autor, como el estupendo "Ébano" (no confundir con la novela del mismo título del hasta ahora nunca laureado con el Premio Príncipe de Asturias Alberto Vázquez-Figueroa) el tema no les pillará de nuevas, tratándose de otro libro de viajes a cargo de uno de los periodistas más correcaminos que en el mundo han sido. La novedad en este caso es que el señor Kapuscinski quiere mostrarnos cómo en sus recorridos por el mundo siempre le ha acompañado un ejemplar de la "Historia" de Heródoto, y cómo la lectura de las páginas del autor griego -al tiempo que se hallaba, por ejemplo, en la China de Mao, o en Teherán en los días inmediatamente posteriores al derrocamiento del Sha- le ha enseñado valiosas lecciones de humanidad, entre ellas la de que la historia SIEMPRE se repite. Libro, cuanto menos, curioso, y por supuesto nos han entrado unas ganas feroces de acudir al texto citado, el de Heródoto, que adquiriremos en cuanto se nos presente la primera ocasión. Ñam ñam.

En fin, la lavadora ha terminado su ciclo y yo he terminado mis deberes, y me voy a la cama. Canten conmigo: hay que descansar, hay que descansar, para que mañana podamos madrugar, y al día siguiente volver a madrugar...

(Yo de mayor quiero ser como) El Fary

El título de este post lo dice todo, queridísimos lectores de esto: sirvan estas líneas como homenaje, obviamente, póstumo (y van...) al Fary. Y es que mucho cachondeo y tal y cual, pero... ¿acaso alguno de ustedes ha oído alguna vez a alguien, a quien sea, a una sola persona, hablar mal del Fary? ¿A que no? Pues en este país nuestro que parece un nido de víboras, creo que esa ausencia de palabras vale más que seis mil ídem. Hombre, sí, vale, algún comentario coñón que de qué feo era el jodío y lo de chupar limones y tal, pero ningún comentario en realidad sangrante, ningún comentario en el que se pretendiera de verdad herir o hacer sangrar a la persona que había detrás del personaje. Ningún comentario directo a la encía, vaya. Y eso tiene por fuerza que decir mucho de lo buena persona que tuvo que ser. Pues eso, que yo de mayor quiero ser como El Fary.

Y además, que de bien nacidos es ser agradecidos, y al Fary le debemos muchos grandes momentos de desparrame verbenero entonando a voz en cuello aquéllo de "vaaaya toriiitooo, ay torito guaaapooo". Por eso y por lo muchísimo que nos hemos desgüevao cada vez que hemos recordado la letra de "La mandanga", muchísimas gracias, maestro. Descanse en paz.

sábado, 16 de junio de 2007

Lectura del día: "Macanudo nº 1" (Liniers)

En "El Hombre Sentimental" nos gusta el cómic. Mucho. No leemos tanto como nos gustaría porque, ya saben, el presupuesto es limitado y hay que elegir, y a uno siempre le acaban pudiendo otros objetos, de forma redondeada y... vaya, que, supongamos, uno se dirige por poner un ejemplo a la Fnac con veinte dólares europeos en el bolsillo y la firme intención de comprarse algún buen cómic pero por algún motivo se queda encallado dos plantas más abajo y anda, fíjate, si ha salido un nuevo recopilatorio de reggae del sello Trojan y... oh, mierda. Moraleja: si quieres de verdad comprar cómics, no vayas a la Fnac o similares, vete a una buena tienda de cómics. Estoy divagando, ¿verdad? Bien, estooo... Decíamos ayer: en "El Hombre Sentimental" nos gusta el cómic. Mucho. Y dentro de esa afición tenemos una debilidad especial por el formato "tira". No sé, me parece que dentro de las infinitas posibilidades expresivas que ofrece el medio (con papel y lápiz, haciendo dibujitos, puedes hacer LO QUE SEA, siempre que consigas que la imaginación del lector se transforme en tu aliada), la tira es desde siempre uno de los vehículos donde la creatividad del autor puede lucirse más, precisamente por las muy estrictas limitaciones que le impone: has de contar una historia completa en un espacio de entre una y cuatro, cinco, ¿seis a lo sumo? viñetas. ¿A que parece difícil? Pues no lo parece: lo es. Por eso nos gustan tanto quienes brillan o han brillado haciendo tiras. Los ejemplos son bien conocidos de todos ustedes: clásicos del género son Schultz con sus "Peanuts", Watterson con "Calvin y Hobbes" o, en el ámbito hispanoparlante, Quino con "Mafalda"... Y de entre los "modernos", destacaremos al muy enorme Frank Cho con "Liberty Meadows" (humor enloquecido, trazo fascinante, y ¡esas mujeres! ¿Quién, por los clavos de Cristo, es capaz de no enamorarse de las mujeres que dibuja el señor Cho?) y a nuestro autor recomendado de hoy, otro ilustre argentino, el señor Liniers.

Se ha reeditado hace muy poco el volumen 1 de "Macanudo" (ed. Mondadori), que no es ni más ni menos que una recopilación de las tiras que bajo el mismo título se edita(ro)n en el periódico argentino "La Nación" (este primer volumen, y de momento llevan dos, recoge año y pico de tiras, concretamente las publicadas en dicho diario desde Junio de 2002 hasta Noviembre de 2003). Y como les he dicho ya en alguna otra ocasión, tienen ustedes que hacerse con esto cueste lo que cueste, y si para ello tienen que robarlo de alguna librería, que así sea: yo miraré para otro lado, silbando. ¿Tan divertido es? Pues sí, pero eso casi es lo de menos, al fin y al cabo cómics divertidos hay muchos. La razón es otra: Liniers es un farsante, pero le hemos visto el truco y a nosotros no nos engaña. ¡Sr. Liniers! ¿Nos oye? ¡No nos la va a dar con queso, ja-ja! Le hemos descubierto: usted, Sr. Liniers, no es ni un excelente dibujante ni un fantástico humorista. Usted, Sr. Liniers (música de intriga, cha-cháaan), es... un poeta. Sí, sí, así con todas las letras. Un P-O-E-T-A.

viernes, 15 de junio de 2007

El tiempo que te quede libre, si te es posible, dedícalo a mí (pero no dejes de visitar estos otros blogs, hombre)

Miren, es que hoy me siento generoso: me encanta que todos ustedes me lean, pero en la Red hay muchas más cosas interesantes (suponiendo, ejem, que esto también lo sea, eeeeh, interesante digo). Por eso voy a proponerles que ya que están ustedes metidos en Internet aprovechen el tirón para visitar otros blogs fantásticos:

Tenemos en primer lugar el muy vehemente "La Escuela Moderna" de los hermanos Amat (Kiko y Uri, o Uri y Kiko, tanto monta, monta tanto): por extraer unos cuantos ejemplos de entre los posts que han publicado recientemente, a ustedes podrán gustarles más o menos los Dexys Midnight Runners (a mí particularmente, pichí-pichá), o la música soul (a mí ni mucho ni poco, sino TODO: ojito a ese post sobre el magnífico recopilatorio de soul ibérico publicado recientemente por el sello Vampisoul, "Sensacional Soul") o el señor Kurt Vonnegut (yo es que nunca le he leído, saben). Pero siempre da gusto leer las opiniones de gente que defienden tan apasionadamente lo que a ellos les emociona. Y además tan bien escrito, con estilo y coña marinera. Encuéntrenlo en http://www.laescuelamoderna.blogspot.com/.

Luego tenemos a "La Patata De La Libertad", que se autodefine como "un blog de opinión anti-". ¿Anti-qué?, se preguntarán ustedes. Anti-todo. Y es que en estos tiempos de borreguez que corren reconforta saber que aún hay quien no cae en la resignación ni el agotamiento y llega a casa con sus niveles de cabreo intactos y ejerce su derecho a berrear, protestar y patalear. Ea. Para mí sería muy cansado estar tan enfadado siempre (qué quieren, uno que es así, blandico, como el SuperÑoño de "La Hora Chanante"), pero disfruto enormemente leyéndolo. Supongo que es porque también suscribo hasta cierto punto esa visión de las cosas, pero de una forma pelín más lúdica. Como cantaba San Groucho Marx en "Sopa de ganso", vaya: "Whatever it is, I´m against it". Búsquenlo en http://www.lapatatadelalibertad.blogspot.com/.

Y por último, un descubrimiento que debo precisamente a los señores de "La Patata De La Libertad", un blog titulado "La Decadencia Del Ingenio": humor absurdo a la altura de los mejores escritos de Woody Allen. Para que se hagan una idea, sólo cuatro escritores me han hecho LLORAR de risa en mi vida. Uno fue Jerome K. Jerome con "Tres hombres en una barca", otro Eduardo Mendoza con "El misterio de la cripta embrujada" (y en menor medida con sus secuelas "El laberinto de las aceitunas" y "La aventura del tocador de señoras"), el tercero fue Woody Allen con "Cuentos sin plumas", y por último tenemos al autor, de cuyo nombre no me acuerdo ahora, de "La Decadencia Del Ingenio". Lo hallarán en http://jaime.antville.org/.

Para cerrar, agradecimientos muy especiales a dos de los tres blogs arriba citados, y es que uno debe humildemente confesar que fue precisamente la lectura repetida de "La Escuela Moderna" y de "La Patata De La Libertad" lo que nos dio ganas de empezar con este blog nuestro. Como aquéllos chavales inglesitos de finales de los 70 que tras oír el primer disco de los Ramones se lanzaron en masa a comprarse guitarras eléctricas y montar-su-propio-grupo-de-rock. Así de inspiradores son. Así de buenos.

jueves, 14 de junio de 2007

Disco del día: "Push Barman To Open Old Wounds: An Anthology Of The Jeepster EP Singles 1997-2001" (Belle And Sebastian)

Henos aquí de vuelta tras un par de semanillas de ausencia: el estrés de la vida moderna y tal, que nos distrae de todo aquello que más nos gusta (como esto), y esto no es vida y qué querrán de nosotros, que un día acabaremos reventando y lo dejaremos todo perdido, y el día menos pensado dejo todo esto y me voy a una cabaña en el bosque, y si no ya verás, al tiempo. En fin, al grano, que como han podido adivinar por el título de este post, hoy lo traigo gordo.

Empezaremos con la intención de dejar las cosas claras, aunque mucho me temo que al final nos acabaremos liando la pata (como siempre): nunca he sido un gran fan de Belle And Sebastian, y eso que son un grupo que por momentos me gustan muchísimo, a rabiar, con locura. ¿Y cómo se compatibilizan ambas afirmaciones?, se preguntarán ustedes. Pues con suma precaución. Me explico: Belle And Sebastian no me gustan NADA cuando se ponen muy Belle And Sebastian, y en cambio me SULIBELLAN cuando se olvidan por un momento de sonar a sí mismos y simplemente se ponen a hacer grandes canciones. Supongo que muchos de ustedes, si les han oído en alguna ocasión, empiezan a hacerse una idea de a qué me refiero. ¿A qué suenan Belle And Sebastian cuando quieren sonar a sí mismos? Pues a canciones melancólicas con saborcillo a pop melódico sesentero. A letras más susurradas que cantadas. A guitarras acústicas y órganos haciendo colchón (añádase cuarto y mitad de sutiles arreglos de cuerda y vientos). A melodías vocales raras veces obvias. Y en ocasiones, a olvidarse de incluir estribillos en la canción. En suma: a mucho de todo lo que más nos gusta del sonido de los años 60. Pero claro, en aquélla época las bandas sonaban así porque tocaba (el espíritu de los tiempos, etc., etc.) y Belle And Sebastian suenan así por elección y por convicción. Dicho de otro modo: Love suenan a Love y The Mamas & The Papas a The Mamas & The Papas porque sencillamente les brotaba así; Y Belle And Sebastian suenan a Belle And Sebastian porque han oído muchos discos de Love, y de The Mamas & The Papas, y de northern soul, y de… y claro, eso ya no es rock´n´roll. Eso es pop ilustrado, es citar a los clásicos, es labor de ratón de biblioteca con las gafotas resbalando narices abajo. Resumo: eso ya no es sentimiento, es sólo estilo. Y mucho peor si además, a fuerza de ponerte caretas, acabas creando una plantilla para componer sin esfuerzo.

Lo cual, por supuesto, no quiere decir que siempre y en todos los casos esté mal echar la vista atrás, pero hombre, si vas a copiar algo que ya se ha hecho antes, al menos échale algo de sangre. Ejemplos: si ya tienen en casa el excelso recopilatorio “Nuggets” a lo mejor no les hace falta escuchar a The Cynics para entender lo que significa “rock de garaje”, pero si pueden escuchar su LP (de The Cynics) “Rock´N´Roll” sin sentir el impulso de destrozar el mobiliario de sus salones, el líquido blancuzco que les corre por las venas no es sino genuina horchata de chufa. Si ya han oído a Big Star, pues para qué perder el tiempo, teóricamente hablando, con The Lemonheads o Teenage Fanclub, pero es que, en la práctica, lo hacen tan bien… Y ya puestos, hace muchos años que el mundo no necesita más clones de The Beatles ni de T-Rex, pero es que cuando Oasis grabaron el “Definitely Maybe” combinaron ambas influencias a la perfección y con tantas ganas, tantas, tantas como Suede al lograr la fusión perfecta de las voces de David Bowie y su maestro Scott Walker en ese soberano “Dog Man Star”. ¿Empiezan a pillar de qué va la cosa? O mejor dicho, erm, ¿me explico?

Ésa ha sido en muchas ocasiones la baza ganadora de Belle And Sebastian: la coctelería de altura, combinando influencias hasta conseguir un combinado de presentación y sabor ideales que pasa que da gusto, oigan. Tomemos al azar (bueno, mentira), de nuestro disco recomendado de hoy la canción que lo abre: “Dog On Wheels”. Cogen el riff del “Chinese Rocks” de Johnny Thunders y le dan la vuelta, le añaden unas trompetas al estilo Love en la época “Forever Changes” y hala, a correr. Premio. Cogemos “Lazy Line Painter Jane”, con esa Monica Queen desatada que quiere ser diva del soul pero se queda en Bonnie Tyler y qué más da, cuando el resultado final son cinco minutos de épica sobrecogedora. Y sin embargo cogemos “The State I Am In”, “Le Pastie De La Bourgeoisie”, “Jonathan David”, y… cero grados (ni frío ni calor). Indiferencia, que es (casi) lo peor que nos puede pasar cuando estamos escuchando un disco.

Bueno, pues concretando, en este (disco, digo) pueden ustedes encontrar todas esas canciones y muchas más. Es un buen documento de los primeros años de vida de una banda que tuvo la suerte o la desgracia de nacer con un sonido muy claramente definido, de gente que desde el principio pareció tener muy claro lo que quería. Arma de doble filo, claro: en “If You´re Feeling Sinister” la fórmula funcionó espléndidamente bien, pero en entregas posteriores no es que el oyente empezara a aburrirse, es que se acabaron aburriendo ellos mismos. La buena noticia es que desde “Dear Catastrophe Waitress” el señor Stuart Murdoch empieza a mostrar nuevos síntomas de entusiasmo, y vuelven a ser un grupo al que merece la pena seguir. Y no, mucho nos tememos que a estas alturas no van a abandonar su "receta mágica" -la que nos hace bostezar- por las buenas, pero sí sabemos que en cada nuevo disco habrá un esplendoroso “Step Into My Office, Baby”, o un enternecedor “Asleep On A Sunbeam”, o hasta un rompepistas como “Suki In The Graveyard”. Albricias.

Para terminar, no sé si con todo lo anterior he terminado dejando todo más claro, como pretendía, o embarullándolo aún más, como me temía. Probemos a ver si así se entiende mejor: Belle And Sebastian tienen muchas cosas que no me gustan. Y sin embargo, el 99% de los discos que se están publicando hoy en día por ahí no le llegan a este, que se compone fundamentalmente de caras B, ni a la suela de los zapatos. Pues eso.

lunes, 28 de mayo de 2007

Encuentros casuales, piropos sentidos y otras timideces

Haciendo cola el otro día frente a la taquilla de la Filmoteca Nacional me di cuenta de sopetón de que el señor hasta ese momento perfectamente anónimo que tenía justo delante era nada menos que el grandísimo don Javier Gurruchaga. Y en aquél momento... me venció la timidez. Cosa rara en mí, porque -muy para desgracia de mi sufridora novia- normalmente, si me encuentro a algún artista a quien verdaderamente admire, suelo ir a su encuentro para decirle cuánto me gusta lo que ha hecho. No sé, uno piensa que si estuviera en su lugar -el de ellos- a mí también me gustaría que se me acercaran y me lo dijeran, siempre y cuando el cumplido fuese sincero, claro está. Y que tuviese algo de miga. No sé, se me ocurre que no se me pasaría por la cabeza acercarme a Raquel Meroño y decirle: "oiga, el otro día la vi en "Dagon" y ¡hay que ver lo buenísima que está usted en cueros, señora mía!". Pero, si me encontrase con Santiago Valenzuela, sí caería simbólicamente de rodillas y le gritaría: "¡Maestro! ¡Siga usted publicando cómics muchos años, se lo ruego!". También habría que verse en la situación, claro: lo primero -lo de Raquel Meroño- no me ha pasado. Lo segundo, sí.

(También es cierto que el tema de los cumplidos puede malinterpretarse: hace poco que tuve ocasión de hablar por teléfono un minutito corto con Chris Leo -ex-The Van Pelt- y se me ocurrió darle las gracias por haber escrito una canción maravillosa, "The Speeding Train". Cosas de la comunicación a distancia y el no poder verse las caras, pero me cuentan que por lo visto el amigo Leo interpretó mis palabras como: "en tu vida has escrito UNA canción maravillosa". No, hombre, no, han sido muchas, y yo lo que quería en realidad decirle es que ESA canción en particular la llevo muy dentro.)

...Si es que enseguida pierdo el hilo. Centrémonos: me encontré en la cola de la Filmoteca con el Sr. Javier Gurruchaga, y no me atreví a decirle nada. Y como no me atreví entonces, pues lo hago ahora aunque posiblemente él nunca llegará a leer estas palabras. Y lo que le digo es que si en aquél momento, oh osado de mí, le hubiese podido dirigir la palabra, le hubiese dado las gracias por tres motivos: gracias por todos los estupendos ratos que he pasado en mi vida escuchando a la Orquesta Mondragón (se lo creerán o no, pero cuando yo era muy pequeño, para mí había dos grupos de música en el mundo: uno eran los Beatles y otro la Mondragón). Gracias porque ante quien haga falta defenderé siempre que "Bon Voyage" (EMI-Odeón, 1980; sí, el de "Viaje con nosotros") es uno de los mejores discos de la historia del pop español. Y por último, gracias porque fue a raíz de una entrevista que le hicieron -y en la que lo mencionaba- que llegué a leer un libro fantástico, "Babbitt", del señor Sinclair Lewis. (¿Que por qué le hice caso? Está claro, amigos: un lector de Capote no puede tener mal gusto...)

(Y por si a alguno de ustedes le da curiosidad, la película que vimos ese día fue la preciosa -y bastante bizarra- "La Belle et la Bête" de Jean Cocteau. Cuando al acabar la peli nos levantamos -mi novia y yo- de nuestras butacas la gente nos aplaudía, porque pensaban que éramos los protagonistas.)

domingo, 27 de mayo de 2007

De objetos perdidos

Hallábame yo hoy en plena fiebre de limpieza de mi hogar -mi homicidio particular-, y entre todos los papelotes que iban a parar a la basura, ha aparecido este poema, obra del señor J. Antonio Muñoz Rojas, que por supuesto me he apresurado a rescatar de la quema y cuyo texto reproduzco íntegro a continuación para disfrute de todos ustedes:

Señor que me has perdido las gafas,
¿por qué no me las encuentras?
Me paso la vida buscándomelas
y tú siempre perdiéndomelas,
¿me has traído al mundo para esto,
para pasarme la vida buscando unas gafas
que están siempre perdiéndoseme?
Para que aparezca este tonto
que está siempre perdiendo sus gafas,
porque tú eres, Señor, el que me las pierdes
y me haces ir por la vida a trompicones,
y nos das los ojos y nos pierdes las gafas,
y así vamos por el mundo con unas gafas
que nos pierdes y unos ojos que nos das,
dando trompicones, buscando unas gafas
que nos pierdes y unos ojos que no nos sirven.
Y no vemos. Señor, no vemos,
no vemos Señor.

Por supuesto, cualquiera de ustedes que sea cuatro-ojos como yo sabe bien de lo que habla el señor Muñoz Rojas: ese momento en que uno ha extraviado sus lupas y no puede encontrarlas porque, por supuesto, sin ellas... pues no ve nada. Pero obviamente hay más capas de lectura, y por eso este poema, señoras y señores, nos gusta tanto. Pelando la cebolla uno acaba llorando, y aquí nos pasa lo mismo: vamos ahondando desde la anécdota trivial hasta la desolación absoluta de ir por la existencia a tientas sin entender nada de lo que está pasando a nuestro alrededor. Y encima, contado con retranca. Fuera sombreros.

miércoles, 23 de mayo de 2007

Canción del día: "Paris 1919" (John Cale)

Hoy me extiendo poco: la verdad es que nunca hemos sido demasiado fans (por no decir nada) de la música de John Cale. (No incluimos aquí, por supuesto, su época Velvet Underground, y es que Lou Reed-John Cale eran claramente un equipo ganador, de la misma forma en que lo fueron Lennon y McCartney, o Morrissey y Johnny Marr, o Tom Verlaine y Richard Lloyd: dos músicos que se complementan muy bien uno al otro, y que por separado también funcionan, pero... mecachis, falta saborcillo -cuando no, directamente, se esfuma toda la magia). Lo cual no quita, por supuesto, para que a lo largo de todos estos años no nos haya dejado alguna que otra perla. Bueno, pues de entre sus perlas, ésta es la más gorda de todas, la que va en el centro del collar: un monumento de pop barroco con orquesta de cuerda y tono de himno para corear en voz muy alta ese estribillo -"You´re a ghost, la-lala-lala-lala-lala"-, pero no con las venas del cuello gordas y sí con los ojillos llenos de lágrimas que no llegan a rebosar, con los cabellos erizados por tanta belleza desde el primer golpe de violonchelo. No digo más: encuéntrenla en "Paris 1919" (el álbum) o en "Close Watch" (recopilatorio de la serie "An Introduction To..." del sello Island).

sábado, 19 de mayo de 2007

"El Zurdo", o La Mode (y 2)

...Miren, ya sé que a veces me pongo pesadito: "oiga, que ya nos estuvo ayer dando la chapa con lo de La Mode y tal, y ahora ¿vuelve de nuevo a la carga?" Pues sí, pero es que estoy en pleno revival doméstico con "El eterno femenino", y no puedo parar. Tranquilos, que va a ser breve y ni siquiera voy a hablar yo, sino que voy a cederle este espacio a las palabras de Fernando Márquez "El Zurdo". Ya les dije ayer que este hombre es un poeta, ¿no? ¡Canciones tecno-pop con aroma a Generación del 27! ¿A que les gustó la letra que les reproduje ayer, eh? Pues si con eso no se terminaron de convencer, agárrense, que les copio a continuación la letra íntegra de otra de sus canciones, "El único juego en la ciudad":

"Déjame entrar en tu juego:
la ciudad es un tablero,
la partida se celebra
casi siempre por la noche.

Y el premio todos sabemos cuál es.
El premio eres tú."

No creo que se pueda decir mejor en menos palabras. O si no, les escribo a continuación un trocito de la letra de "Mi dulce geisha": pasamos en la misma estrofa de la coñita intrascendente...

"Ella, a veces, me habla
si estamos en la cama
de sus paseos infantiles
bajo el Fujiyama"

...al fogonazo, la visión, la revelación más lúcida del futuro del mundo (¡recordemos, señores, que estábamos en mil-novecientos-ochenta-y-dos!), eso sí, dejándola caer como quien no quiere la cosa:

"...también me habla de lindos
robots de bolsillo
que regirán Occidente
con un nuevo brillo."

Queda dicho, damas y caballeros: no le conocemos personalmente, pero si lo hiciéramos, sospechamos que del señor Fernando Márquez nos gustarían hasta los andares. Si es que hasta nos gusta el apodo, por Dios bendito, "El Zurdo": eso no suena a estrella del rock, qué va, mucho mejor, suena a pintor barroco español.

viernes, 18 de mayo de 2007

Canción del día: "El eterno femenino" (La Mode)

Corría el año 1982 y esa cosa que quizá nunca existió y que por convenio hemos dado en llamar "la Movida madrileña" estaba en pleno apogeo. Grupo inclasificable publica disco inclasificable y nadie -bueno, muy poca gente- hace caso. Y así, a la chita callando, ha nacido una de las grandes cumbres de la historia del pop en español, el LP "El eterno femenino" de La Mode: música electrónica de altos vuelos y letras de aura intelectual(illa) para paladares exquisitos, en la misma época en que synth-pop en español significaba mayormente, ejem, Azul Y Negro (¿se acuerdan?: "mestoyvolviendoloco-mestoyvolviendoloco", padre, aparta de mí este cáliz).

Dice el saber popular que el tiempo pone todas las cosas en su sitio, pero el saber popular, a veces, también se equivoca, verbigracia: si bien es de justicia que veinticinco años después nadie se acuerde, por seguir con el mismo ejemplo, de los dichosos Azul Y Negro, sólo cabría calificar de infamia histórica que nadie se acuerde tampoco de La Mode. Sobre todo cuando se ha rebuscado en los baúles de la Movida para rescatar, con el pretexto de la puñetera nostalgia (cualquier tiempo pasado fue mejor, etcétera), hasta las cosas que mejor hubieran permanecido allí, bien ocultas, fermentando para siempre entre bolitas de Polil. Cabe, pues, preguntarse por qué el tiempo o el recuerdo han tratado a algunas bandas de aquélla época con mejor fortuna que a otras, a veces sin una justificación demasiado clara. Se nos ocurre: vale que tanto Nacha Pop como Gabinete Caligari molaban mucho. Pero es que Gabinete Caligari molaron mucho durante mucho más tiempo que Nacha Pop. Y si no, acuérdense: más o menos en la misma época en que Nacha Pop hacían "Chica de ayer", Gabinete Caligari hacían "Cuatro rosas". Empate técnico. Pero avancemos cinco o seis años y veremos que cuando Nacha Pop practicaban el tocomocho con engendros como "Vístete" (¡aaargh!), Gabinete Caligari publicaban "Camino Soria". Victoria por goleada apabullante para el Sr. Urrutia y sus secuaces, y exigimos desde ya un monumento al lado de Las Ventas con una copia en oro de "Camino Soria" sobre un pedestal de mármol. ¿A que parece claro? Pues hagan la prueba: hoy en día declararse fan de Nacha Pop es sinónimo de cool y buen gusto, pero nadie en su sano juicio confesaría en público su devoción por los Gabinete si no quiere verse condenado al ostracismo. "Qué humanidad", como decía el amigo Benny Moré.

¿Lo ven? Ya estoy, como siempre, extendiéndome en demasía. Intentaremos explicarlo en pocas palabras, las mismas que bastarían a un buen entendedor: si ustedes ya conocen a La Mode, ya saben de lo que estoy hablando. Y si no, les sugiero, les conmino, les ruego, les imploro que por la vía que sea se hagan con este disco. Cómprenlo, bájenselo de Internet, hagan que un amigo se lo grabe, róbenlo en una tienda si es necesario, voto a bríos, pero no se queden sin oír esto. Para que se hagan una idea, este disco es la única razón por la que yo, aficionado a las listas como (casi) cualquier melómano enfermizo, me he negado siempre sin embargo a leer cualquier publicación que nos prometa, por ejemplo, "conoce los 100 mejores discos de la historia del pop EN ESPAÑOL". Y ello se debe, simplemente, a que sé que si en el número 1 de cualquiera de esas malditas listas no aparece "El eterno femenino", me voy a enfadar mucho. Dicho lo cual, nada más, salvo que no me resisto a reproducir a continuación la letra de la canción que daba título al álbum, obra, como todas las de La Mode, del grandísimo Fernando Márquez "El Zurdo", un poeta en mayúsculas y uno de esos cantantes que cantan bien-mal que tanto nos gustan:

"Mitos, mujeres, galgos y ciudades,
musas, pintores, gatos y novelas,
reinas, banqueras, hadas y estudiantes,
discos, estrellas, robots y japonesas

tienen ese algo misterioso
que daba miedo a Leonardo y a Amiel,
que sólo las minorías entienden,
que hizo a Warhol esposo de su cassette.

Sintes, hoteles, hormigas y serpientes,
indios, muñecas, películas y vídeos,
cómics, revistas, literas en los trenes,
electrodomésticos y cajas de ritmo

tienen ese algo misterioso..."

Qué ELEGANCIA, Dios mío...

domingo, 13 de mayo de 2007

Los Planetas: "Encuentros con entidades"...

...o "de la complejidad de las relaciones entre el artista y su público".

Creo que descubrí a Los Planetas antes que la inmensa mayoría de sus actuales fans. De hecho, lo hice en un concierto en Madrid -creo que fue el primero que dieron aquí- cuando todavía no habían siquiera sacado su primer disco (aún tardarían un año largo). No se trata de fardar y decir "yo estuve allí antes", es sólo que, como se suele decir, estuve en el lugar y en el momento apropiados, "apropiados" porque les hice míos, porque el enamoramiento fue inmediato. Por eso me hizo tanta ilusión cuando finalmente salió "Super 8" y por eso les fui siguiendo la pista con "Pop". Pero es que lo gordo aún estaba por venir, hasta que inesperadamente dieron el estirón y entregaron aquél monumento titulado "Una semana en el motor de un autobús". Y ahí sí que ya fueron palabras mayores, señoras y señores. Ésa y no otra fue la primera gran obra maestra musical que daba un grupo de nuestra generación, algo con lo que todos podíamos identificarnos porque habíamos estado allí desde su mismo nacimiento. Y así quedamos todos, rendidos y babeantes ante tal demostración de poderío, a la espera ansiosa de su siguiente paso: ¿con qué nos sorprenderían esta vez? La respuesta fue "Unidad de desplazamiento", y la decepción, mayúscula. "¿Por qué, oh, por qué?", nos lamentábamos. "¿Dónde nos hemos equivocado?" A pesar de ello, seguimos escuchando los nuevos discos cuando iban saliendo ("Encuentros con entidades", "Contra la ley de la gravedad"), pero ya nunca fue lo mismo. Fue... diferente. Ellos eran diferentes, maldita sea. Y así llegamos hasta el día de hoy, hasta el último concierto del grupo en Madrid hace pocas semanas, donde un conocido se seguía lamentando: "A mí me gustaban más las canciones del principio". Parece como si ya hubiéramos desesperado de que Los Planetas volviesen a sacar otro gran disco...

Imagino que la mayoría de ustedes, si no todos, han podido comprobar cómo en muchas ocasiones las personas que tienen mayor capacidad de sacarnos de quicio son precisamente aquéllas a las que más queremos o que más nos importan. Y habrán oído mil veces que del amor al odio hay sólo un paso -de esto tratan precisamente muchas de las mejores canciones de Los Planetas-, o también -lo cual no es más que la conclusión lógica, si bien llevada al extremo, de lo anterior- que cuando se produce un homicidio las pesquisas policiales se centran al menos de entrada en los parientes y amigos del finado, que son siempre a priori los más sospechosos. Dicho de otro modo: esos individuos a los que no conocemos de nada o con los que mantenemos una relación muy superficial -el kiosquero, el borracho que canta flamenco ahí al fondo de la barra del bar o ese compañero de trabajo pelín freakie con el que sólo coincidimos ocasionalmente al lado de la máquina de café- pueden divertirnos, extrañarnos o hasta cabrearnos, pero en el fondo nos dan del todo igual. En cambio nuestra madre, nuestra novia o nuestro mejor amigo pueden, con una sola palabra y hasta con la omisión de la misma, exasperarnos y despertar nuestros peores instintos.

Supongo que ello se debe precisamente a que les queremos. ¿Tal como son? Y una leche, no existe tal cosa: nunca se quiere a nadie tal como es, y con eso nos toca lidiar. Al final, resulta que ese cariño consiste entre otros ingredientes en muchas pequeñas -y grandes- renuncias. Les queremos no sólo por sus virtudes, sino también a pesar de sus defectos. Nadie es perfecto, y a pesar de que lo sabemos, somos tan tontos que no sólo les queremos por lo que son, sino también por lo que queremos que sean. Y he aquí el gran escollo: nuestros seres más queridos tienen esa tendencia irritante a decepcionarnos o a no estar a la altura de nuestras expectivas, lo cual, obviamente, no es culpa suya, sino nuestra y sólo nuestra. ¿Cómo van a poder competir con nuestras expectativas? ¿Cómo van a poder estar a la altura de lo que sólo está dentro de nuestras cabezas?

Lo curioso del tema es que esa relación tan visceral se establezca no sólo con nuestros seres más cercanos, sino también con los artistas que más nos gustan. Mientras todo sigue siendo de nuestro agrado, el idilio es casi mágico. Pero ay de ellos como saquen un disco -ya, ya sé que el término "artista" es mucho más amplio, pero en este momento pienso en música- que no nos guste: en ese momento no es que nos compremos el disco o no, ni que vayamos a su siguiente concierto o no. Es que nos enfadamos, y mucho. Nos sentimos, sí, traicionados. Y al margen de que semejante actitud carezca por completo de toda lógica -¿cómo va a traicionarnos alguien a quien no conocemos de nada?-, nos encontramos de nuevo en el razonamiento ya expuesto más arriba. No han estado a la altura, piensa uno muy molesto. Vale. ¿Y a quién hay que culpar?

Es como cuando nos reencontramos con esos amigos muy cercanos pero a los que por circunstancias de la vida -viven en otra ciudad, tienen hijos o trabajos complicados de esos que anulan la vida social- sólo vemos muy de tarde en tarde. Al principio, algo chirría. Sabemos que luego se romperá el hielo de nuevo y todo será como antes, pero entretanto hay un cierto sentimiento de extrañeza imposible de negar. Al fin y al cabo no les vemos desde hace, por ejemplo, dos años, y por mucho que hayamos intentado mantener el contacto, nuestra relación se basa entretanto en mantener el buen recuerdo que de ellos tenemos, sin tener en cuenta que en ese intermedio el sol se ha levantado y puesto más de setecientas veces, y a ellos les han pasado tantas cosas que son imposibles de explicar, cosas en cuyo desarrollo uno no ha estado presente. Pues con nuestros grupos favoritos, es lo mismo: nos acercamos emocionados a la tienda cuando sale el nuevo disco de X, y luego nos sentimos extrañados, tristes, porque lo que resuena en nuestros altavoces no es lo que esperábamos, no es lo que creíamos que iba a ser, no les recordábamos así. Lo que falla aquí, claro, es que no tenemos en cuenta que X no es un todo compacto, un ente abstracto, sino un conjunto compuesto por un número indeterminado de señores/as a los que en ese lapso de tiempo también les han sucedido cosas, lo cual necesariamente ha de afectar a su música (y a sus matrimonios, y a la forma en la que untan la mantequilla sobre las tostadas...).

A mayores, parece también cierto que en esta vida en la que todo va rápido-rápido-rápido nos formamos casi siempre nuestras opiniones a la velocidad del rayo y, como las prisas son malas consejeras, caemos en garrafales errores de juicio. Hay poco lugar para las segundas oportunidades: queremos satisfacción inmediata, lo demás no vale. Lo que nos conduce a la siempre peliaguda cuestión de los artistas que maduran a un ritmo distinto al de su público, y eso que muchas veces se trata sólo de saber esperar. Pienso en el ejemplo de R.E.M.: encontrarán ustedes pocas personas en el mundo que hayan sido tan fans de esta banda como yo, a pesar de lo cual, cada vez que sacaban un nuevo disco, se cumplía infaliblemente la regla de oro: no me gustaba. El disco nuevo nunca me gustaba. Lo bueno era que yo ya me lo sabía, sabía que sólo era cuestión de tiempo, con lo que bastaba con dejar el susodicho disco reposando en una estantería. Tampoco fallaba: dos años más tarde, y sacudiéndole un poco de encima las pelusas, aquél disco que tanto me horrorizó ahora me sulibellaba. (Hablo en tiempo pasado porque, aunque ya han pasado más de dos años, lo de "Around The Sun" sigue sin haber por dónde cogerlo. Lo siento, amigos Buck, Mills y Stipe. Haber elegido "susto".)

...Y con todo ello sólo quería intentar explicar, en demasiadas palabras, que el otro día regalé a mi novia el "Encuentros con entidades" de Los Planetas, uno de esos discos que en su día no me compré porque no me gustó (lo hice porque contiene su canción-Planetas favorita: "Pesadilla en el parque de atracciones"). Y que cuando esta mañana me lo ha puesto, he flipado muchísimo y me ha apenado no haber sabido valorarlo en su momento. Y que mi canción del día es "Corrientes circulares en el tiempo", una madeja que J va deshilvanando lento pero seguro hasta que estás liado en una melodía de ésas que nadie sabe cantar como él. Y que, por lo mismo y a pesar de los pesares, J es un excelente cantante, en el mismo sentido en que puedan serlo, por ejemplo, Bob Dylan o Nico (toma ya). Y que, parafraseando a Raphael, estuve (muy) equivocado: yo quería la épica inmediata de "Segundo premio", y me daban la épica psicodélica de "San Juan de la Cruz", y no supe apreciarlo porque me gustaban las rayas y los cuadros, pero no me veía yo con espirales. Yo quería pasar otra semana, y otra, y otra, en el motor del mismo autobús, y ellos ya habían cambiado al transporte aéreo, y yo no quise montarme porque me mareaba. Como un niño pequeño que no quiere probar las ostras, porque ya sabe que le gustan los spaghetti y ¿qué pasará si los nuevos sabores no le gustan tanto? Y ahora, sólo quiero terminar esto rápido para poder repetir. Y además, que (no lo he dicho al principio) ese reciente concierto en Madrid fue muy, muy grande. Sirva todo ello como desagravio y agradecimiento (tardío) a J y compañía por tantos enormes momentos, y que sigan rondando nuestras vidas por muchos años.

sábado, 12 de mayo de 2007

"Alself me to introlow myduce..."

Damas y caballeros:

...Erm, ¿saben aquél que dice...? No, no, por aquí no iremos bien, yo jamás he sabido contar chistes. Mejor vamos a probar en un tono más informal: hola, qué tal. Hace bueno, ¿eh? ...No, no, o sea, sí hace bueno hoy y aquí, sí, pero no parece el tono adecuado, ¿no creen? ...A ver, ¿y algo más, qué sé yo, solemne? Es para mí un placer, qué digo un placer, un honor, qué digo un honor, un privilegio...

Yyy bueno, miren, ya lo he encontrado: puesto que tengo que hacerles una gran revelación, casi mejor vamos a empezar esta cosa en estilo directamente sensacionalista y con una fórmula de eficacia sobradamente demostrada: "¿Es un pájaro? ¿Es un avión? ¿Es, acaso, Supermán?" ¡Ja! ¡Ya quisiera Supermán! ¡Mucho mejor que todo eso, amigos míos! "Hombre", se oye a un señor objetar, "pero si Supermán es el Hombre de Acero y..." Nada, nada, lo que tienen ustedes ante sí en este instante es, insisto, mucho mejor que Supermán, porque Supermán era un superhéroe de mentira y encima extraterrestre, y en cambio yo soy un autentico superhéroe patrio de verdad: señoras y señores, con ustedes... El Hombre Sentimental*.

"¿Pero qué sandeces dice usted, hombre de Dios? ¿Usted se ha visto?" -dice el señor del bisoñé en la tercera fila-. Sí, claro, pero como ya les veo venir he de pedirles que no se dejen engañar por las apariencias. Que de hecho no son sólo tales sino que corresponden a una realidad objetiva, la de ese oficinista madrileño treintañero, calvo, delgaducho y con gafas que soy. Pero es que esa es sólo una de mis identidades. Con los superhéroes es lo que pasa, al menos a la mayoría de nosotros -no cuento a los sosainas de Los Cuatro Fantásticos ni a la Patrulla X-, que tenemos una doble identidad, lo cual nos obliga a llevar una doble vida harto agotadora y llena de contradicciones. Piensen en el bueno de Peter Parker: de día, sufrido currante subcontratado en un periodicucho tendencioso, y de noche, como Spiderman, el patrullero más molón que jamás ideó el bendito Stan Lee. O en el amigo Bruce Wayne: de día, megamillonario play-boy y filántropo, y de noche, como Batman, justiciero vengativo, filo-goth y, así en general, pelín chungo. O si no el ejemplo más sangrante: Clark Kent, quien con esas gafas y ese caracolillo encima de la frente será eternamente incapaz de ligarse a Lois Lane, la misma mujer veleta a la que luego, enfundado en unas mallas azules y calzoncillos rojos por encima, trae a mal traer. (Ahora que me fijo, ¿se han parado ustedes a pensar alguna vez que los superhéroes son un poco como las drag-queens? De día, Gonzalo Pérez, funcionario juntapólizas en el Ministerio de Hacienda. De noche, La Pecados, embutida en un traje de lycra de diseño imposible y colores chillones.)

No, no se preocupen, a mí la lycra no me sienta nada bien, lo cual no quita para que mi propia doble vida sea igual de azarosa y contradictoria, aunque algo más de andar por casa: ahí me tienen, un tipo que jamás escucha la radio porque no le gusta y que sin embargo viene haciendo un programa de ídem desde hace ya no se sabe los años -"El Hombre Sentimental", todos los lunes de 21:00h a 22:00h en Onda Latina 87.6 FM Madrid, escúchennos también en www.ondalatina.es-; un tipo congénitamente incapacitado para el baile y que sin embargo ejerce esporádicamente de pinchadiscos en algún que otro selecto abrevadero nocturno con el único fin -confeso- de liarla lo más gorda posible; un tipo, en fin, que detesta Internet en general y los blogs en particular y que sin embargo se mete de patas en el charco que ahora mismo están leyendo.

"Bueno, ya está bien", se escucha una voz por ahí, "lleva usted ya cuatro párrafos largos y cansinos hablándonos de su supuesto superheroísmo y aún no ha aportado ninguna evidencia concluyente. Por ejemplo, a ver: ¿cuáles son concretamente sus superpoderes?" Ah, bueno, así me gusta: no son ustedes un público complaciente, ¿eh? Pues al grano: uno es, como ya les he explicado, un humilde oficinista treintañero, etcétera, de los que cada mañana y muy a su pesar se magrean con extraños en los transportes públicos de Madrid. Pero, ah amigos, cuando en esos trayectos en Metro/EMT uno se calza el discman para amenizar la melée, puede suceder que una canción dispare ese resorte escondido en las capas reptilianas de mi cerebro, y entonces la tranformación es total: en ese instante puedo trepar montañas sin bombona de oxígeno y atravesar océanos a nado, en ese instante me brillan los ojos y gano seis centímetros de altura (y ocho de perímetro torácico), en ese instante, en fin, soy más guapo, mejor persona y amo indiscriminadamente a mi prójimo. Y precisamente porque en ese momento me siento henchido de amor hacia mis semejantes me da mucha pena que ellos no puedan estar oyendo lo que yo oigo, experimentar la sensación que en ese momento me recorre en forma de descarga electroacústica. Y quiero compartir esa sensación con todos ellos, mirarles y, riendo, decir: "¡Eh! ¡Miren qué belleza!"

Y es así, queridísimos sufridores (¡por fin!, por fin llegamos al meollo de tanto millón de palabras, yo que habitualmente soy bastante parco en su uso) que nace este blog, para compartir con ustedes las cosas que a mí me hacen tan feliz, con la ilusión de que también ustedes encuentren en ellas un cachito de redención. El mecanismo es viejo como... como... bueno, muy viejo: seguro que todos ustedes tienen algún amigo pesadito de esos que están continuamente recomendándoles discos, libros, películas, pipas, chicles, caramelos, ¡hay bombón helado! Pues esto va a ser lo mismo, y por una razón muy sencilla: a muchas de las cosas que más me gustan en la vida no accedí porque yo sea un tío muy sesudo y lleno de sabiduría infusa, sino porque alguien -amigos, familiares, una joven que pasaba por allí- me dijo: "Seguro que esto te gustaría." Que el Señor les tenga por ello mil y mil veces en su más alta estima, y es que de tan simple que es la cosa, a uno puede llegar a escapársele el fondo del asunto: ¿se dan cuenta de lo grande que es lo que estoy diciendo? Cuando sus amigos hicieron eso con ustedes, cuando los míos lo hicieron conmigo, estaban compartiendo con nosotros su felicidad. Toma ya superpoder.

Dicho lo dicho, ni cien mil palabras más. Empezamos. Para bien (esperamos) o para mal, niños y niñas, les agradece su atención y les da su más cálida bienvenida a esto,


El Hombre Sentimental


P.D.: Y si por casualidad lo arriba expuesto no les parece suficiente prueba para calificarme como superhéroe, eso es porque no conocen a mi novia. Tremenda, oigan. El día que la vean podrán convenir conmigo en que sólo con superpoderes se puede explicar que una mujer así haya elegido estar con un tipo como yo. Vale, vale, ya está.


*con toda admiración y respeto al maestro Javier Marías.