domingo, 27 de mayo de 2007

De objetos perdidos

Hallábame yo hoy en plena fiebre de limpieza de mi hogar -mi homicidio particular-, y entre todos los papelotes que iban a parar a la basura, ha aparecido este poema, obra del señor J. Antonio Muñoz Rojas, que por supuesto me he apresurado a rescatar de la quema y cuyo texto reproduzco íntegro a continuación para disfrute de todos ustedes:

Señor que me has perdido las gafas,
¿por qué no me las encuentras?
Me paso la vida buscándomelas
y tú siempre perdiéndomelas,
¿me has traído al mundo para esto,
para pasarme la vida buscando unas gafas
que están siempre perdiéndoseme?
Para que aparezca este tonto
que está siempre perdiendo sus gafas,
porque tú eres, Señor, el que me las pierdes
y me haces ir por la vida a trompicones,
y nos das los ojos y nos pierdes las gafas,
y así vamos por el mundo con unas gafas
que nos pierdes y unos ojos que nos das,
dando trompicones, buscando unas gafas
que nos pierdes y unos ojos que no nos sirven.
Y no vemos. Señor, no vemos,
no vemos Señor.

Por supuesto, cualquiera de ustedes que sea cuatro-ojos como yo sabe bien de lo que habla el señor Muñoz Rojas: ese momento en que uno ha extraviado sus lupas y no puede encontrarlas porque, por supuesto, sin ellas... pues no ve nada. Pero obviamente hay más capas de lectura, y por eso este poema, señoras y señores, nos gusta tanto. Pelando la cebolla uno acaba llorando, y aquí nos pasa lo mismo: vamos ahondando desde la anécdota trivial hasta la desolación absoluta de ir por la existencia a tientas sin entender nada de lo que está pasando a nuestro alrededor. Y encima, contado con retranca. Fuera sombreros.

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