sábado, 12 de mayo de 2007

"Alself me to introlow myduce..."

Damas y caballeros:

...Erm, ¿saben aquél que dice...? No, no, por aquí no iremos bien, yo jamás he sabido contar chistes. Mejor vamos a probar en un tono más informal: hola, qué tal. Hace bueno, ¿eh? ...No, no, o sea, sí hace bueno hoy y aquí, sí, pero no parece el tono adecuado, ¿no creen? ...A ver, ¿y algo más, qué sé yo, solemne? Es para mí un placer, qué digo un placer, un honor, qué digo un honor, un privilegio...

Yyy bueno, miren, ya lo he encontrado: puesto que tengo que hacerles una gran revelación, casi mejor vamos a empezar esta cosa en estilo directamente sensacionalista y con una fórmula de eficacia sobradamente demostrada: "¿Es un pájaro? ¿Es un avión? ¿Es, acaso, Supermán?" ¡Ja! ¡Ya quisiera Supermán! ¡Mucho mejor que todo eso, amigos míos! "Hombre", se oye a un señor objetar, "pero si Supermán es el Hombre de Acero y..." Nada, nada, lo que tienen ustedes ante sí en este instante es, insisto, mucho mejor que Supermán, porque Supermán era un superhéroe de mentira y encima extraterrestre, y en cambio yo soy un autentico superhéroe patrio de verdad: señoras y señores, con ustedes... El Hombre Sentimental*.

"¿Pero qué sandeces dice usted, hombre de Dios? ¿Usted se ha visto?" -dice el señor del bisoñé en la tercera fila-. Sí, claro, pero como ya les veo venir he de pedirles que no se dejen engañar por las apariencias. Que de hecho no son sólo tales sino que corresponden a una realidad objetiva, la de ese oficinista madrileño treintañero, calvo, delgaducho y con gafas que soy. Pero es que esa es sólo una de mis identidades. Con los superhéroes es lo que pasa, al menos a la mayoría de nosotros -no cuento a los sosainas de Los Cuatro Fantásticos ni a la Patrulla X-, que tenemos una doble identidad, lo cual nos obliga a llevar una doble vida harto agotadora y llena de contradicciones. Piensen en el bueno de Peter Parker: de día, sufrido currante subcontratado en un periodicucho tendencioso, y de noche, como Spiderman, el patrullero más molón que jamás ideó el bendito Stan Lee. O en el amigo Bruce Wayne: de día, megamillonario play-boy y filántropo, y de noche, como Batman, justiciero vengativo, filo-goth y, así en general, pelín chungo. O si no el ejemplo más sangrante: Clark Kent, quien con esas gafas y ese caracolillo encima de la frente será eternamente incapaz de ligarse a Lois Lane, la misma mujer veleta a la que luego, enfundado en unas mallas azules y calzoncillos rojos por encima, trae a mal traer. (Ahora que me fijo, ¿se han parado ustedes a pensar alguna vez que los superhéroes son un poco como las drag-queens? De día, Gonzalo Pérez, funcionario juntapólizas en el Ministerio de Hacienda. De noche, La Pecados, embutida en un traje de lycra de diseño imposible y colores chillones.)

No, no se preocupen, a mí la lycra no me sienta nada bien, lo cual no quita para que mi propia doble vida sea igual de azarosa y contradictoria, aunque algo más de andar por casa: ahí me tienen, un tipo que jamás escucha la radio porque no le gusta y que sin embargo viene haciendo un programa de ídem desde hace ya no se sabe los años -"El Hombre Sentimental", todos los lunes de 21:00h a 22:00h en Onda Latina 87.6 FM Madrid, escúchennos también en www.ondalatina.es-; un tipo congénitamente incapacitado para el baile y que sin embargo ejerce esporádicamente de pinchadiscos en algún que otro selecto abrevadero nocturno con el único fin -confeso- de liarla lo más gorda posible; un tipo, en fin, que detesta Internet en general y los blogs en particular y que sin embargo se mete de patas en el charco que ahora mismo están leyendo.

"Bueno, ya está bien", se escucha una voz por ahí, "lleva usted ya cuatro párrafos largos y cansinos hablándonos de su supuesto superheroísmo y aún no ha aportado ninguna evidencia concluyente. Por ejemplo, a ver: ¿cuáles son concretamente sus superpoderes?" Ah, bueno, así me gusta: no son ustedes un público complaciente, ¿eh? Pues al grano: uno es, como ya les he explicado, un humilde oficinista treintañero, etcétera, de los que cada mañana y muy a su pesar se magrean con extraños en los transportes públicos de Madrid. Pero, ah amigos, cuando en esos trayectos en Metro/EMT uno se calza el discman para amenizar la melée, puede suceder que una canción dispare ese resorte escondido en las capas reptilianas de mi cerebro, y entonces la tranformación es total: en ese instante puedo trepar montañas sin bombona de oxígeno y atravesar océanos a nado, en ese instante me brillan los ojos y gano seis centímetros de altura (y ocho de perímetro torácico), en ese instante, en fin, soy más guapo, mejor persona y amo indiscriminadamente a mi prójimo. Y precisamente porque en ese momento me siento henchido de amor hacia mis semejantes me da mucha pena que ellos no puedan estar oyendo lo que yo oigo, experimentar la sensación que en ese momento me recorre en forma de descarga electroacústica. Y quiero compartir esa sensación con todos ellos, mirarles y, riendo, decir: "¡Eh! ¡Miren qué belleza!"

Y es así, queridísimos sufridores (¡por fin!, por fin llegamos al meollo de tanto millón de palabras, yo que habitualmente soy bastante parco en su uso) que nace este blog, para compartir con ustedes las cosas que a mí me hacen tan feliz, con la ilusión de que también ustedes encuentren en ellas un cachito de redención. El mecanismo es viejo como... como... bueno, muy viejo: seguro que todos ustedes tienen algún amigo pesadito de esos que están continuamente recomendándoles discos, libros, películas, pipas, chicles, caramelos, ¡hay bombón helado! Pues esto va a ser lo mismo, y por una razón muy sencilla: a muchas de las cosas que más me gustan en la vida no accedí porque yo sea un tío muy sesudo y lleno de sabiduría infusa, sino porque alguien -amigos, familiares, una joven que pasaba por allí- me dijo: "Seguro que esto te gustaría." Que el Señor les tenga por ello mil y mil veces en su más alta estima, y es que de tan simple que es la cosa, a uno puede llegar a escapársele el fondo del asunto: ¿se dan cuenta de lo grande que es lo que estoy diciendo? Cuando sus amigos hicieron eso con ustedes, cuando los míos lo hicieron conmigo, estaban compartiendo con nosotros su felicidad. Toma ya superpoder.

Dicho lo dicho, ni cien mil palabras más. Empezamos. Para bien (esperamos) o para mal, niños y niñas, les agradece su atención y les da su más cálida bienvenida a esto,


El Hombre Sentimental


P.D.: Y si por casualidad lo arriba expuesto no les parece suficiente prueba para calificarme como superhéroe, eso es porque no conocen a mi novia. Tremenda, oigan. El día que la vean podrán convenir conmigo en que sólo con superpoderes se puede explicar que una mujer así haya elegido estar con un tipo como yo. Vale, vale, ya está.


*con toda admiración y respeto al maestro Javier Marías.

1 comentario:

Raúl Querido dijo...

¡Bienvenido al mundo blog!
Y -en slow foward sobre lo escrito hasta ahora- ¡enhorabuena por el cominzo-.
Me quedo leyendo.