He de hacerles una confesión: aún no les he hablado nunca en este blog de la música que más me gusta. Les he hablado de Los Planetas, de La Mode, de Gabinete Caligari, de Belle And Sebastian y hasta de la Orquesta Mondragón; pero como saben bien todos aquéllos de ustedes que sean oyentes (más o menos) habituales de mi programa de radio -aprovecho la ocasión para (volver a) hacerme publicidad: "El Hombre Sentimental", todos los lunes de 21:00h a 22:00h en Onda Latina 87.6 FM Madrid, aunque si viven fuera de la capital del reino nos pueden escuchar también en http://www.ondalatina.es/-, mi rollo en realidad es otro. En general, lo que más me gusta son los ritmos calentitos de los años 60: soul, funk, reggae, ska, boogaloo, calypso... Y si hablamos de rock´n´roll, me sigue gustando más, mucho más, el de los años 50 y 60 que el actual. En gran medida, eso es lo que van a escuchar, mucho me temo, si nos sintonizan: de actualidad, más bien poca (pero eso sí, muy recomendable).
Tras haber hecho tamaña confesión, por favor les ruego que no se imaginen lo que no es, y por si acaso me están ustedes pintando con flequillo, gafas de pasta y un polo Fred Perry bien abrochado hasta el último botón, procedo inmediatamente a desmentirles punto por punto: soy calvo, mis gafas son -y siempre han sido y siempre serán- de montura metálica, y una camisa no es una camisa si no es de cuadros y de no-firma. En otras palabras: mi preferencia por esas músicas de esa época no es una decisión estética, sino algo mucho más sencillo, más visceral: simplemente, me gustan más. Me gusta su empuje, me chifla su sonido y me maravilla pensar que en aquél entonces se rompían barreras a una velocidad pasmosa y las nuevas ideas fluían a un ritmo de auténtico vértigo. ¿Ejemplos? Vayan unos cuantos: el ska reinó en Jamaica durante sólo seis o siete años antes de dar paso al rocksteady, que duró todavía menos -un par de temporadas- antes de ceder el trono al reggae. O si no fíjense en el boogaloo: todos los discos clave del género se grabaron en un período de... ¿cuánto? ¿Tres años? ¿Cuatro a lo sumo?
Cuando digo que de esos discos me chifla su sonido, me refiero a la interpretación más literal de la palabra: aquéllos discos sonaban muy distinto a como lo hicieron en décadas posteriores, por no hablar de hoy en día. Cosas de la tecnología, que en aquéllos maravillosos años se encontraba en un estado de lo más primitivo: para empezar, no existían los multipistas, y cuando se hablaba de editar una grabación había que imaginarse a un operario de estudio armado de un par de tijeras y un rollo de cinta adhesiva; todo lo cual obligaba a los artistas a grabar sus canciones en directo. He ahí la clave, queridísimos lectores, el ingrediente secreto de esas sesiones. Muy en contra de la ultrasofisticación imperante hoy en día, esos discos suenan exactamente a lo que eran: cinco señores encerrados juntos en un estudio de grabación, sudando la gota gorda y pasándoselo bomba tocando una canción. ¿Que el sonido de esas grabaciones era más sucio e imperfecto de lo que un productor puede conseguir hoy en día? Pues... sí. Y qué. Hablamos de canciones y de emoción, no de detergente y cálculo. Había margen para el error humano, y no importaba. Y por Dios bendito, no me hablen de "calidad": esa palabra tan fea aplicada a la música me hace pensar en discos de jazz "adulto" mal entendido, en Café Quijano o en cosas aún peores (si es que pueden imaginarse algo peor). Y si piensan que esas limitaciones técnicas arredraron a los más ambiciosos, se equivocan de cabo a rabo, y no lo digo yo, sino la historia de la música: la inmensa mayoría de las producciones de Phil Spector se grabaron en mono, el "Pet Sounds" de los Beach Boys en DOS pistas y el "Sgt. Pepper´s" de los Beatles en cuatro. Toma Jeroma pastillas de goma. Pero no se trata tan sólo de un tema técnico, sino también de algo mucho más sutil. La industria de la música popular estaba en pañales, (casi) todo estaba por hacer, y supongo que los artistas lo sabían, porque esos discos desprenden ILUSIÓN por todos sus surcos. En definitiva, amigos, de aquellos discos nos atrae también esa mirada limpia, esa inocencia.
Sirva todo lo anterior como entradilla a nuestra recomendación de hoy, por si acaso les había extrañado que nombremos "disco del día" a un álbum grabado nada menos que en 1960. Pero es que en estos tiempos que corren nos hacen falta muchos discos como éste: diez canciones, para qué más, y diez canciones cortas: en total el disco no llega a durar media hora (ideal para animar cualquier trayecto mañanero en metro o autobús hacia sus puestos de trabajo y pensar por un momento que hoy puede ser un gran día), pero he ahí el quid: a la hora de escribir una canción, ¿para qué vas a contar en cinco minutos lo que puedes explicar perfectamente en dos? ¿Para qué hartar al oyente cuando puedes -ojo, señores- dejarle con ganas de más? Cuánta sabiduría la del amigo Diddley, y qué tremenda puntería a la hora de interpretar: imposible rockear más con menos elementos: una guitarra, una voz asilvestrada, dos corillos cutres, un tambor y unas maracas que suenan a caja de cerillas, un ritmo irresistiblemente sencillo -tarareen conmigo: bum-badabum, bum-badam-bum-bam, bum-badabum, bum-badam-bum-bam-... y ya tenemos montada la madre de todas las juergas. Insólito en 1960, asombroso ahora.
Con tantas buenas razones a su favor, resulta triste pensar que el Sr. Bo Diddley es uno de esos héroes un tanto dejados de lado por los historiadores del rock, o al menos a mí me da la sensación de que nunca ha recibido todo el crédito que debiera. Por eso yo quiero recordarles que a ustedes, a todos ustedes, les gusta Bo Diddley, incluso aunque no lo sepan e incluso aunque no le hayan escuchado jamás. Les gusta Bo Diddley por asociación o por influencia, porque si nunca hubiese existido un Bo Diddley nunca hubiera habido unos Rolling Stones, si nunca se hubiese grabado este "Bo Diddley Is A Gunslinger" nunca hubiésemos tenido un "My Generation" a cargo de unos tales The Who; y, puesto que la lista podría seguir hasta el infinito, quiero dejarles con sólo otro ejemplo más, para mí el más escalofriante: estoy convencido de que sin un Bo Diddley que hubiese servido como antecesor, nunca habrían surgido unos Ramones.
He dicho.
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2 comentarios:
Mi muy estimado Hombre Sentimental:
¿A qué estamos jugando ahora? Yo que soy un gran amante de Bo Diddley debo decirle que tanta y excesiva amalgama de rastreros piropos y parabienes me hacen pensar si acaso no será usted un impostor. Tómelo a broma, buen hombre, he degustado sus palabras y debo decir -y lo digo- que estoy de acuerdo un porcentaje importante. No obstante, y a pesar de todo lo anterior, debo enarbolar mi estandarte batallador como un gran amante del rock, y del relax a ciencia cierta.
Suyo, en parte y no en todo,
El Martín Pecador
Encontrar este blog a unos pocos dias/horas del fallecimiento de "The Iriginator" no puede ser casual.
Tampoco es casual que Las Trampas de Lily (banda de rock argentina de la cual formo parte),titule una cancion en su nombre para su segundo disco.
Bo fue y seguira siendo un ser inolvidable para nosotros y espero que las futuras generaciones lo admiren y le reconozcan.
Duffy.
P/D: Gracias por el post y el espacio.
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